Una audaz exposición sobre Sade y las artes que se inaugura este martes en el museo de Orsay de París explora la influencia del escandaloso escritor francés del siglo XVIII sobre grandes nombres de la plástica.
Aunque muchos oyeron hablar de Sade, pocos leyeron realmente su obra fuera de los círculos literarios, donde ejerció su influencia sobre escritores como Baudelaire, Flaubert, Huysmans, Apollinaire o los surrealistas.
La exposición “Sade, atacar al sol”, que cierra el 25 de enero, muestra cómo su influencia se ejerció también sobre artistas como Delacroix, Rodin o Degas, y también Géricault, Ingres, Gustave Moreau, o incluso Cézanne. Sin olvidar a Picasso y también a los surrealistas, los únicos que lo reivindicaron abiertamente como fuente de inspiración.
De Fragonard a Francis Bacon, de Odilon Redon a Man Ray, la muestra preparada por las expertas Annie le Brun y Laurence des Cars confronta pintura, escultura, dibujo y fotografía para explorar el “mundo al revés” construido por el autor de “Los 120 días de Sodoma”.
Donatien Alphonse François de Sade, nacido el 2 de julio de 1740 y fallecido el 2 de diciembre de 1814 en el asilo de Charenton, cerca de París, pasó 27 años de su vida preso, cautiverio que convirtió al libertino en escritor rebelde.
“La relación que Sade puso en evidencia entre deseo y violencia, según él inherente al ser humano, está presente en la pintura”, explicó Annie Le Brun. “El deseo es el tema fundamental. Esta exposición es la historia de esa revolución subterránea”, explicó.
Señala a “Escena de guerra en la Edad Media” de Edgar Degas, que muestra a un grupo de hombres a caballo disparando flechas contra una mujer desnuda, como cuadro emblemático de esa influencia.
“A la evidente violencia contra las mujeres se agrega, implacable, el placer de ejercerla”, destaca la curadora, que nota el paralelismo con la película expresionista norteamericana “El malvado Zaroff” (1932).
“Degas representó a menudo los cuerpos en una libertad absoluta, incluyendo cierta forma de violencia y de abandono”, insiste Laurence des Cars, directora del Museo de la Orangerie.
Pero los pintores del siglo XIX no son los primeros en haber representado cuerpos desnudos y escenas de violación o de raptos, frecuentes en siglos anteriores y presentados bajo la apariencia de escenas mitológicas. Según Annie Le Brun, “la influencia más o menos oculta de Sade ayudará a los artistas a deshacerse de esos modos de representación tradicionales”.
Gericault dibuja una “Escena de canibalismo en la Balsa de la Medusa”, Delacroix representa una “Medea Furiosa”, lejos de los cánones clásicos. Y el primero en dar el paso de la representación sangrienta fue nada menos que Rodin, al ilustrar “El Jardín de los suplicios” de Octave Mirbeau.
– Laberinto y misterio –
“Si hubo un artista obsesionado por la cuestión del deseo fue Rodin”, que produjo 10.000 dibujos eróticos, varios de ellos incluidos en la muestra, explica Annie le Brun.
“El siglo XIX no descubrió la violencia del amor, pero hizo de ella una de sus principales preocupaciones”, observa Annie Le Brun, poeta y autora de un ensayo sobre Sade (1993). Con “Angélique”, Ingres reinventa la figura ambigua de la joven cautiva y Cézanne firma en 1867 un “Rapto” de inquietante atmósfera.
“El primer Cézanne es muy sexual, lírico, violento”, destaca Laurence des Cars, señalando que “es muy interesante volver a presentarlo de esa forma”, junto a otras obras releídas en el contexto de Sade.
“La selección es más bien francesa, con algún aporte germánico a través del suizo Johann Heinrich Füssli o del austríaco Alfred Kubin. No van a encontrar muchos impresionistas”, bromea.
Laberíntica y misteriosa, la escenografía de la muestra también adoptó el enfoque de lo oscuro. La disposición de las obras está jalonada con citas de Sade: “Cada cual tiene sus manías, no debemos criticar ni asombrarnos de las de nadie”, o “El crimen es un placer como cualquier otro”.
Titulada “Ver en la noche”, una de las salas presenta disecciones de cera de Honoré Fragonard y láminas anatómicas de Jacques-Fabien Gautier-d’Agoty. La exposición está acompañada por un catálogo de 304 páginas coeditado por el Museo de Orsay y Gallimard. AFP
Fotos AFP