El estribillo “la oposición apátrida, fascista, terrorista, escuálida” que cantan cada vez que la opinión pública es conmovida por una noticia como la de Serra, raya no solo en lo fastidioso, sino en el rechazo cada vez más evidente proveniente de sus propias bases, hecho comprobado en las calles, con el malestar ciudadano que está harto de tanto show y tan poco gobierno. Las declaraciones de la madre de uno de los abatidos junto con Odremán, las declaraciones del hermano de Juan Montoya en lo referente al caso de Leopoldo López, nos dan referencia de esto. Pero lo que a mi parecer fue la guinda de la torta, apartando los sucesos que siguieron sucediendo ésta semana, ha sido escuchar al presidente de la Asamblea Nacional diciendo que se sentía amenazado por las palabras del diputado del partido democrático Proyecto Venezuela, Carlos Berrisbeitia, a quien se han atrevido a acusar de estar implicado en este abominable hecho solo porque días antes de la muerte de Robert Serra habría dicho en el recinto parlamentario: “este gobierno tiene sus días contados gracias a su mala gestión que ha sumido al país en esta grave crisis económica”.
Honestamente a veces no sé qué pasa por la cabeza de esta gente. Amenazados nos sentimos todos los venezolanos que estamos encerrados en nuestras casas desde hace años, porque el hampa nos ha impuesto un toque de queda, desde que la impunidad situada en el 97 % reina en el país y los malandros se han apoderado de las calles, mejor armados que nunca, y actuando de forma despiadada. Amenazados nos sentimos todos los que pensamos distinto, los que nunca acompañamos ese proyecto de poder del fallecido presidente Chávez, que se convirtió en el fracaso del siglo XXI en Venezuela, y que solo sirvió para dividir a la población, enfrentar familias, polarizar la sociedad y saciar las ansias de poder que desde Cuba los Castro siempre quisieron tener en el continente.
Durante años, quienes hemos sido considerados enemigos de la revolución, hemos sido expuestos continuamente al escarnio público. El discurso de odio de distintos funcionarios del gobierno ha hecho efecto en mucho de sus seguidores, y hermanos, hijos, vecinos, amigos que antes estaban unidos, ahora ya no se tratan o hasta se odian entre sí. Espacios públicos en el que antes las personas transitaban libremente y sin miedo, fueron tomados por grupetes afectos al oficialismo y estaba casi prohibido transitar por ellos, sin miedo a ser agredido. Personas de raza blanca, descendientes generalmente de europeos, han sido hostilizadas hasta donde conozco, de forma verbal. Lo que nunca habíamos vivido en este país multiplural y multicultural, lo hemos padecido los últimos años.
Líderes políticos, activistas sociales, organizaciones de derechos humanos, líderes juveniles y gremiales, sindicalistas, han sido satanizados. Programas como la hojilla, dando y dando, cayendo y corriendo han sometido a muchos venezolanos al terrorismo de Estado, a estar continuamente en la pantalla, sometidos a acusaciones falsas e infundadas, instigando al odio e incluso estimulando la posible agresión contra ellos por parte de los radicales que simpatizan con el gobierno. Algunos, dentro de los cuales me incluyo, hemos sido considerados “objetivos militares” en algún momento, por parte de las bandas armadas, paramilitares, o como los llaman ellos mismos, el brazo armado de la revolución. Los llamados círculos bolivarianos se cansaron de acosar en las puertas de la Asamblea Nacional a diputados de la oposición que trataban de ingresar o salir de ella.
Hasta el mismo nuncio apostólico Giacinto Berlocco y la comunidad que cohabitaba en la sede de la Nunciatura Apostólica en Caracas para los años 2009-2010 se sintieron indefensos y amedrentados por los 7 ataques terroristas de la que fue objeto la edificación, por parte de las bandas armadas que todos conocen y que para aquel entonces se atribuyeron dichos atentados. Múltiples han sido las agresiones verbales que han recibido miembros de la Iglesia Católica. La expulsión del embajador de Israel anticipado por el discurso enardecido de Chávez para aquel entonces, trajo como consecuencia ataques terroristas contra templos judíos en Caracas. La lista Tascón, los perseguidos por haber firmado contra Chávez, los despedidos de PDVSA y su continua persecución hasta hoy, frases como: “quien no es chavista no es venezolano”, ha sido la línea trazada por ésta ya decadente revolución para marcar a quienes valientemente han resistido al sistema que no han podido imponer, a pesar de la maldad y la saña con que han actuado.
Por eso, lo único que puedo decir ante la denuncia de quien se siente amenazado por palabras mal interpretadas de quien siempre ha demostrado ser un demócrata pacifista, pero que le ha llevado las cuentas al gobierno de cómo ha despilfarrado el dinero de todos los venezolanos y nos han llevado a la situación actual, es: “que molleja, compatriotas, que desfachatez!