Todos sabemos que, ante la sistemática y brutal destrucción del aparato productivo venezolano desarrollada por el gobierno en la última década y media, tenemos años gastando enormes cantidades de dinero para importar bienes y servicios que antes producíamos en casa y que cubrían buena parte de la demanda nacional. Esto ha pasado con la carne, la leche, el pollo, el maíz, el arroz, los plátanos, las caraotas y pare de contar. De hecho, hoy en día el pabellón sólo tiene de “criollo” su tradición, porque los rubros que lo componen son en su mayoría importados. No obstante, lo que no hubiéramos podido imaginarnos jamás es que ahora estamos importando hasta petróleo, lo cual constituye otro récord histórico negativo para la “Revolución”.
En efecto, la propia PDVSA ha reconocido que se encuentra en camino un buque cisterna proveniente de Argelia que trae un cargamento de unos 2 millones de crudo liviano, el cual sería supuestamente utilizado para ayudar al procesamiento del petróleo pesado de la Faja del Orinoco. La explicación técnica de esta necesidad es correcta: hay que convertir el petróleo pesado en mediano para poder producirlo, pero el problema no está allí, sino en el hecho inédito de haber apelado a la importación de un bien carísimo, como lo es el crudo liviano, para usarlo como diluyente de nuestro petróleo pesado, lo cual jamás se había hecho en el país.
Por supuesto, los justificadores de todo lo injustificable ya comenzaron a dar todo tipo de explicaciones, las cuales van desde que el problema radica en que estamos aumentando la producción de la Faja y nuestro petróleo liviano no alcanza para esta operación de mezcla, hasta la insólita afirmación de que es hasta “buen negocio” comprar ese crudo para diluirlo con el de la faja porque de cada barril importado de liviano salen dos de mediano al ser mezclado con el pesado.
En cuanto a lo primero, es difícil saberlo, pero no se puede dejar de tomar en cuenta que, desde hace años, las cifras que publica PDVSA dejaron de ser confiables, y sus datos oficiales de producción y exportación de crudo difieren de manera notoria con los de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y hasta con los de la OPEP. Además, es difícil creer que se pueda haber aumentado la producción cuando muchas compañías transnacionales se retiraron a raíz de las expropiaciones y de las nuevas asociaciones con mayoría estatal obligatoria de un mínimo de 60% desde 2007.
Pero el segundo punto es mucho más controversial. La verdad es que este proceso de mezcla para diluir el petróleo se había hecho históricamente con petróleo liviano nacional y con Nafta, la cual era producida en cantidad suficiente en nuestras refinerías. Pero lo que oculta el gobierno, y es la verdadera razón de haber llegado a esta insólita importación, es que nuestra capacidad de elaboración de productos derivados ha disminuido sensiblemente a raíz de los más de 400 accidentes que han ocurrido en nuestras refinerías y el despido arbitrario de 20 mil trabajadores calificados de la industria petrolera. De igual forma, la producción de crudo liviano también ha caído en casi 30% en los últimos años. Todo esto gracias a la mediocridad revolucionaria. Por ello, a pesar de que el cinismo oficial llama a esta operación una “importación puntual” de crudo liviano, lo más seguro es que pase a ser rutinaria en lo sucesivo, dada nuestra actual incapacidad para producir lo que producíamos antes y que nos hacía eficientes y competitivos.
Mientras tanto, la crisis económica y social se agrava, continúa la destrucción de PDVSA, se suma ahora el bajón en los precios del petróleo y con ellos continúa el de la popularidad de Maduro. El “caso Venezuela” sigue dando elementos para el estudio en todas las universidades del mundo. Todos quieren entender cómo es que se llevó a la ruina a un país que ha contado con tan abundantes ingresos. El reto que tenemos por delante quienes aspiramos a reconstruir el país es grande.
*Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Profesor de la UCV
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