En otras palabras, la inseguridad que a todos nos afecta, que no discrimina, no solo la padecen los civiles, sino también particularmente los funcionarios policiales y militares.
Sin embargo, aun cuando está claro que este problema tiene completamente tomada nuestra sociedad, esos mismos funcionarios policiales y militares, que tan expuestos están a recibir un balazo o a ser asaltados en sus comandos para quitarles sus armas de reglamento, corren prestos y sin decir “ni pío” a disfrazarse de “Robocop” para reprimir con saña cualquier protesta cívica que reclame del poder responsabilidad y medidas claras contra la inseguridad ¿Obediencia ciega e irreflexiva? ¿Miedo? ¿Conveniencia chucuta de “15 y último” de por medio? ¿Complicidad? Demasiadas preguntas, demasiadas contradicciones.
No se les pide que se alcen contra quienes les dan las órdenes, tampoco que se arriesguen a perder su sustento, pero sí se les exige conciencia. No deberían olvidar que el uniforme lo llevan no para defender al poder, sino al pueblo, de los criminales comunes y también de los de cuello blanco. Eso lo dice la bolivariana, no lo digo yo. Pensar un poco y ponerse del lado de aquellos a quienes juraron proteger no estaría de más. Al final del día todos somos la misma gente, y si hoy gozas de las mieles de este gobierno inmediatista e inconsistente, mañana puedes estar colgado de la brocha. Pregúntenle a Rodríguez Torres si no me lo creen. Un país en calma, en el que el hampa no imponga todos los días su ley, debería ser sueño de todos.
—
Ya viene el segundo embarque de crudo, desde Argelia, para nuestra nación. “De pana”, como dicen los jóvenes acá, esto es vergonzoso. Da “pena ajena”, pues. No es aceptable que un país como el nuestro, que no solamente tiene las reservas más grandes del mundo de crudo pesado, sino además está en capacidad de extraer petróleo liviano (el que supuestamente “se necesita”, según la PDVSA “roja-rojita”, para “hacer más rentable” nuestro crudo pesado) esté comprándole petróleo, del tipo que sea, a otras naciones. Nuestras reservas de crudo liviano (el mismo que se está importando ahora desde otras naciones) son mayores que las de Brasil, e incluso que las de Argelia, pero el gobierno ha optado por bajar la cerviz ante su propia incompetencia, y en razón de su manifiesta incapacidad para auto abastecernos, opta por el trámite vergonzante de comprarle lo que nosotros tenemos, o deberíamos tener, a otras naciones. También es falaz el argumento del supuesto “incremento de la producción local” como excusa para la importación de crudo liviano, puesto que las cifras de la misma PDVSA demuestran que solo entre 2012 y 2013 la producción nacional bajó 11.000 barriles diarios, y si hacemos caso a los expertos (y reitero, a las cifras de la misma PDVSA) el bajón productivo en materia de producción de crudo liviano ha sido devastador.
Sumémosle a la “gracia” gobiernera que, maromas aparte, el crudo venezolano esta semana sigue a la baja, quedando en 75,90 dólares por barril (dbp).
Vamos “palo abajo”, como dicen en mi tierra, pero nada de esto cuenta para el contradictorio discurso oficial. Somos una “Potencia Económica”, un país “soberano” e “independiente” que no acepta “injerencias” en sus asuntos internos, y todo eso nos lo dicen, y todavía hay quien les cree, cuando además de lo anterior cerca del 80% de lo que consumimos, digo, cuando se puede o se consigue, lo traemos de afuera.
—
Así las cosas, es normal que incluso entre los oficialistas se estén generando pugnas y desacuerdos importantes, sanos por demás, sobre los desempeños de los que hoy llevan el timón de nuestra nación. Más allá de los fenómenos macrosociales, como el de la inclemente inseguridad o el del errado manejo de nuestra principal fuente de ingresos, que evidentemente acarrean consecuencias que pagamos todos nos guste o no, también padecemos un devenir diario y contumaz, que nos demuestra tenazmente que cada día nuestros bolsillos están más flacos, y nuestros reales cada vez valen menos. Traten de comprar un carro nuevo, de conseguir medicinas, detergente para lavar la ropa o desodorantes, o vayan a hacer mercado si no me lo creen. Todo esto lo vivimos todos, sin distinciones, pero no, para los más altos voceros oficiales tales confrontaciones no existen. Diosdado aseguraba esta semana, por ejemplo, que las filas del PSUV estaban “más unidas que nunca” para además, en ese mismo espacio destacar, en otra franca contradicción, que hay “un grupo de quinta columnas, traidores que están buscando dividir al Partido Socialista Unido de Venezuela usando la plataforma política del Comandante Chávez para sus intereses personales”. O sea, hay unión, pero no la hay. Un “digodigo” propio del gallo Claudio, para los que recuerdan la caricatura.
Aún peor es de nuevo la homilía y el esquema de etiquetar como “traidor” y como “criminal” a todo el que se atreva a disentir o a pensar distinto. A quienes hemos padecido esta forma de actuar del poder desde hace ya más de tres lustros no nos queda más -¿Quién lo diría?- que agradecerle a Diosdado su bravata. Sus palabras son la medida que prueba que todo lo que se tiene tanto tiempo diciendo sobre el obsesivo maniqueísmo de quienes nos gobiernan, es verdad. De esta “sopa” ahora reciben su cucharada los mismos que en los “tiempos dorados” de esta revolución fallida callaban cuando el poder “demolía” o “aniquilaba” (esas eran las palabras de Chávez) a todo el que se “saliera del carril” obtuso del pensamiento único.
Grave contradicción también enfrentan entonces quienes aún creen en el proyecto revolucionario pero ven que el país, definitivamente, va dando tumbos sin timonel entre filosos arrecifes, que no podrá sortear si continuamos bajo el mismo esquema ya caduco. Espero que sus dudas se resuelvan, como debería ser, a favor de la nación, que no a favor de quienes no hacen más que ver conspiraciones en todas partes y solo velan por sí mismos y por sus bolsillos.
Gonzalo Himiob Santomé
@HimiobSantome