Hoy, nuestra diplomacia se ha vuelto clandestina. Entendible cuando es por asuntos de seguridad nacional. Pero no cuando pueden y no quieren contarnos la verdad. No se permite ni preguntar cómo se está defendiendo el país del pleito contra Nicaragua, que nos podría llevar a perder 150 millas más de plataforma continental. Dice la Canciller que eso sería revelar la estrategia colombiana. Pero desde que se le da traslado de los alegatos de nuestros abogados a la contraparte, Nicaragua ya queda enterada de la tal estrategia, y aquí nos la siguen escondiendo. Mientras tanto, los planes del canal nicaragüense avanzan rápidamente. Ya hay un censo oficial de 7.000 campesinos cuyos predios, necesarios para la megaobra de los chinos, serán expropiados, sin importar sus protestas. Y la jueza china, ahí sentada en La Haya.
Y si no nos atrevemos a decir ni una sola palabra sobre Nicaragua, ¿qué decir de Venezuela? El único reclamo a medias que hemos hecho por acusarnos todos los días de mandarles paramilitares para que maten a Maduro lo hizo la Canciller, jalándole las orejas al expresidente Samper por su imprudencia de apoyar tamaña teoría.
Hoy sobre Venezuela se cierne un terremoto –que de pronto ya comenzó– con la caída de los precios del petróleo. ¿Hay algo previsto en materia diplomática para cuando explote ese polvorín, donde buena parte de los civiles venezolanos viven armados en comunas, y excitados de anticolombianismo por Maduro?
Y mientras tanto, ¿qué opinan los EE. UU.? Públicamente el jefe del Comando Sur, John Kelly, envió un informe a comienzos de este año en el que expresaba preocupación por el canal de los chinos en Nicaragua y por la creciente presencia rusa en la región caribe. No les puede ser indiferente que Putin le haya condonado a Cuba una deuda de 36 mil millones de dólares y que construya en Nicaragua una base militar. Chinos y rusos vienen haciendo de la mano una creciente geoestrategia en estas latitudes. Pero EE. UU., por ahora, está quieto, a ver qué pasa.
Si no ha protestado por los reclamos de apertura política en Hong Kong, qué se va a pelear con China por el Caribe cuando la realidad es que hoy los verdaderos dueños de Venezuela son los chinos, a los que el vecino les adeuda más de 56 mil millones de dólares. Y tampoco le debe gustar mucho a EE. UU. que el tema del narcotráfico termine un día de estos en la Corte Penal sudaca que planea crear Unasur…
En Panamá siguen muy molestos con los colombianos por el incidente del paraíso fiscal. Y el presidente Varela, que no está alineado ni con los EE. UU. ni con Europa, comienza a hacerles coquitos a gobiernos de izquierda del continente como Nicaragua, El Salvador, y especialmente a Cuba, que por insistencia de Panamá estará en la Cumbre de las Américas el próximo abril.
Tampoco entiendo que el Presidente arriesgue su salud –y algo de su prestigio– en una gira maratónica por Europa, cuyo único objeto es pedir plata para un proceso que está muy crudo. ¿Qué país europeo se meterá la mano al dril por Colombia, el país que más creció en América Latina y el séptimo de mayor crecimiento en el mundo, cuando todavía el continente no levanta cabeza de su propia crisis? Apuesto qué le van a contestar al Presidente: muy lindo ese proceso de paz, pero arreglen el problema con la plata de ustedes.
La diplomacia colombiana la está definiendo el proceso de paz, y poco a poco la Canciller se parece menos a la Ministra de Relaciones Exteriores que era y más a la relacionista pública internacional de La Habana en que se ha convertido. ¿No es hora de instalar una sede alterna de la Cancillería en Cuba? Como todo pasa por allá…
Entre tanto… Hará mucha falta Vicky Dávila con su cosa política. Picante, graciosa y veraz.
María Isabel Rueda es abogada, periodista y excongresista bogotana. Fue una de las fundadoras y directoras del noticiero de televisión QAP noticias. En octubre de 2009, fue galardonada con el Premio Nacional Simón Bolívar de periodismo como la mejor periodista del año.
Publicado originalmente en el diario El Tiempo (Bogotá)