A esto hay que agregarle que en los mercados uno debe ajustarse a lo que hay. Ya no tiene sentido hacer una lista. Hay que ir a ver qué se consigue. En proteínas animales solo había algunas chuletas ahumadas, cochino molido y piernas de pavo. En cuanto a cereales, nada de lo que estaba buscando. Y, así por el estilo.
El gobierno es un su parálisis, insiste en el tema de la guerra económica. Si no fuese por lo trágico del argumento, daría risa. Resulta que la burocracia roja es víctima de fuego amigo. La guerra es de la incapacidad contra la realidad. Y cuando la primera es superada por la segunda, no se puede culpar a otro de no tomar las medidas que la economía venezolana requiere.
Queda claro que pesa más para este gobierno los puntos de las encuestas que resolver los problemas que crearon a través de fallida imposición de un modelo económico que, por cierto, ha fracasado en todos los lugares y momentos en los que se ha tratado de implantar. La poquedad académica de la burocracia roja pretende soslayar los incentivos naturales de los procesos comerciales. Piensan en su escasez mental que se puede trabajar a perdida tal como una vez lo sugirió el ministro con niñera en una oportunidad.
La parálisis se manifiesta en un seguir con cuatro tipos de cambio a pesar de haber reconocido públicamente lo pernicioso que resulta para la economía. Los controles crecen a pesar de que solo traen corrupción, matraca de bajo nivel y escasez. Y, la campaña mediática que quiere hacer creer a los incautos que con 832 contenedores se puede satisfacer la demanda de productos de la época navideña.
Otra señal de parálisis es la continua intención de introducir temas en la agenda pública que no son del interés del venezolano que está esperando soluciones. Aquí vienen los inventos de los intentos de asesinato contra capitostes del régimen, el presidente hablando en cadena de investigaciones que le corresponden a la fiscalía y críticas a quienes ejercen desde la opinión pública, el sagrado derecho a criticar lo que consideran son pifias del gobierno.
La pregunta que nos hacemos es: ¿están paralizados por alguna razón desconocida o son paralíticos? Este dilema no es trivial de resolver. Por un lado, el gobierno está empeñado en cerrar el año con las cifras menos catastróficas posibles. Por eso se empeña en mantener un dólar a 6,30 al que nadie tiene acceso. Sincerar esa entelequia significaría reportar una caída de unos 8 puntos del PIB y, por consiguiente, un encarecimiento de los préstamos que requieren para financiar la maltrecha economía venezolana. Eso explicaría estar paralizados.
Sin embargo, me inclino por la parálisis. Una que se deriva de la incapacidad de comprender la crisis que atraviesa el país. Una que pasa por no poder entender las medidas que deben ser tomadas para evitar que el venezolano se siga empobreciendo a la velocidad del sonido. Una parálisis que pasa por no saber que el deterioro de la economía se manifiesta en malatías sociales como el incremento del desempleo, el robo, el asesinato y todas las perversiones asociadas a poner a la gente a pasar trabajo.
La parálisis es incompetencia. Es lenidad. Es no darle importancia a la calidad de vida de los venezolanos. Es hacer caso omiso a la tragedia de personas que no tienen acceso a la salud. Es hacerse de la vista gorda con las familias que día tras día se ven enlutadas por la muerte de un ser querido.
Lo único que le importa a los políticos que gobiernan es mantenerse en el poder a como dé lugar. Pero la parálisis mental les impide ver que el apoyo político no es a las ideologías. La gente vota por sí misma. Por su calidad de vida. Por ver satisfechas sus expectativas. En estas materias, como en la gris, el gobierno está aplazado.
@botellazo