Sí. Allí están aún los estudiantes presos. En Yare, El Rodeo, el INOF, en el Sebin, en el Fuerte Terepaima de Lara, en Policarabobo, en el Internado de Agua Salada y en la Comandancia José Antonio Páez de Ciudad Bolívar, en sus arrestos domiciliarios algunos y una enorme cantidad con regímenes de presentación. ¿Qué diferencia esta dispersión de estudiantes presos, este reguero de muchachos detenidos en diversos puntos del país, con las actuaciones de la S.N, de Pedro Estrada, y con las cárceles de Gómez? Dictadura es dictadura y tiene sus muertos, sus presos, sus exiliados, sus sometidos; para esparcir el terror, para enviar el mensaje de que a quien proteste le cae.
No hay justicia en dictadura. Ni voces. Los silencios, que a veces son miedo, nos han impedido conocer los detalles y hasta la existencia todavía de estudiantes presos. Pero ahí está los Abraham, Nixon, Douglas, Rosmit, Renzo, Gerardo, Christian, Jainel, Jennifer, José, Jhosman, Daniela, Richard, Jeremías, Jesús, Marling, Eduardo, Daniel, Didiel, Ender, Kelwins, Luis Carlos, Francisco, Juan Carlos, Andrés, Julver, Sorangel, William y Gerson y tantos más que creyeron la democracia. Pensaron que les estaba permitido protestar, decir, manifestar sus contundentes deseos de un mejor país y de un futuro también mejor, de un futuro.
¿Derechos humanos? Nada más lejos de la comprensión del régimen que esas dos dolientes palabras en la Venezuela de 2014. Allí está la lucha de Leopoldo López por decirle al mundo que los presos de conciencia, como si la conciencia pudiera ser aprehendida, campean en Ramo Verde y en múltiples prisiones venezolanas. Así andan los alcaldes apresados por pensar distinto y decir su pensamiento. Censura, prisión y muerte son las marcas del terror de este año en nuestro país.
Pero no podemos olvidar a nuestros estudiantes, quienes salieron a la calle a decir verdades, sus verdades y fueron detenidos, torturados algunos y todos reprimidos. Pero callar una voz que clama justicia, que clama cambio, que clama mejora, que protesta por lo que considera injusto no es tan fácil si esa voz se multiplica en la montaña de las ilusiones juveniles.
En la Universidad Simón Bolívar nos hemos dedicado a tratar de no dejar solos a nuestros estudiantes, tomando en cuenta que uno son todos y nuestros. Así, la Asamblea de profesores decidió crear una comisión para contribuir con ellos, llevándoles los alimentos que muchas veces les faltan y dispuestos a luchar por su libertad absoluta, como corresponde a quienes deben lidiar con la generación y adquisición de conocimiento para el progreso humano.
El dolor personal es intenso cuando se conocen los diversos testimonios de quienes salieron definitivamente libres; cuando se oyen a familiares contar sus historias diversas de traslados costosos desde lugares remotos. Una madre desde Guanta lloró en nuestro programa de radio de Capital relatando cuanto le cuesta ver a su hijo, lo enflaquecido que lo encuentra cuando finalmente puede verlo y llevarle algo a Yare.
¿Cómo aceptar que un estudiante esté en Yare y callar? ¿Cómo tolerar que dos liceístas estén detenidos por gritar? ¿Cómo admitir que Christian Holdack siga preso por tratar de compilar los hechos de una protesta? ¿Cómo lidiar con esta basura mental que tildan justicia en Venezuela, mediada siempre por los avatares políticos, disfrazada?
Estudiantes encaminados a pasar tras las rejas navidad y año nuevo es una fórmula que la sociedad, que la verdadera colectividad venezolana no puede tragar sin reflexión, sin pataleo. Y los universitarios, así como profesores y estudiantes de todos los niveles educativos debemos alzar las banderas de la libertad para quienes no merecen estar presos como si fueran delincuentes, especialmente en un país donde prolifera la delincuencia sin posible contención alguna, así se inventen maquillajes para tapar la consciente desidia en cuanto a este tema. La delincuencia sí porta permiso para actuar aquí y armas y recursos económicos y libertad.
Cuando El Universal me permitía escribir mi pensamiento en sus páginas virtuales me referí al tema, debido a que un estudiante de la USB estuvo también preso en Yare, expresé ideas con las que me permito cerrar esta comunicación también: “Es natural que estos regímenes detesten a los estudiantes y viceversa. El conocimiento, la libertad de acción, de pensamiento, la libertad no les cabe. Prefiero creer a los estudiantes que a los esbirros. Diré: los estudiantes tienen, hasta históricamente, la razón”.