El tratamiento oficial dado por los actuales “amos del poder” en Venezuela en el escándalo relacionado con la detención de la niñera de Jaua, pese a la carga de gravedad que contiene, no pasará de ser otro caso de corrupción e impunidad que solo irá a engrosar el baúl de los recuerdos del peor régimen sufrido por el país a lo largo de toda su historia.
Contradictoriamente, cuando las instituciones llamadas a obligar al cumplimiento de la legalidad y aplicación de la justicia se ocupan de perseguir a alcaldes, gobernadores y diputados, bajo cualquier ridícula acusación que incluye supuestas culpabilidades en los problemas de recolección de basura o de los brotes de chikungunya, el país asiste a un nuevo espectáculo que forma parte de la comedia roja al que nos tiene acostumbrado el régimen, a la opinión pública nacional.
En este nuevo caso con características que, en cualquier país del mundo donde las instituciones cumplen su verdadero papel, sería objeto de un proceso serio de investigación y enjuiciamiento a los responsables de los daños patrimoniales de la nación, observamos la misma actitud prepotente de las máximas autoridades del país, frente a una nueva situación que nos habla de corrupción al más alto nivel.
Y considere usted, amigo lector, los siguientes hechos y piense si no hay razón para un juicio a Jaua y a todos los responsables de lo ocurrido:
Un día del pasado mes de octubre, la doméstica de un ministro de la nación venezolana, quien según las versiones ejerce las funciones de niñera en la residencia del alto funcionario, sale del aeropuerto internacional de Maiquetía, en un avión de Pdvsa, sin niños pero con un pequeño equipaje en el que portaba tremendo revólver. Además del hecho de la corrupción, que significa utilizar un bien de la nación para una transportación ilegal, está la violación a normas de seguridad.
Al llegar al aeropuerto de Sao Paulo, en Brasil, las autoridades aeroportuarias de ese país que, al contrario de las nuestras ejercen con rectitud las funciones que le corresponden, detienen a la mujer por el hecho de introducir ilícitamente un arma.
Posteriormente, al trascender la noticia, Jaua asume la responsabilidad. “Que descuidada esta niñera”, posiblemente diría, para “reconocer” su propiedad del arma; pero se supo también que el equipaje contenía documentos en los que se hablaba de estrategias para combatir a los “fascistas” venezolanos y cómo armar una estrategia socialista para Latinoamérica.
Más tarde, con la evolución de las investigaciones llevadas a cabo por otras personas no vinculadas al entorno del ministro ni del régimen, se pudo conocer que la misión del ex canciller, quien viajaría en avión aparte, no estaba autorizada por la Asamblea Nacional, como correspondería; y que además, existía la intención del funcionario, encargado por el gobierno, organizar las distintas formas comunales en el país, de otorgar una ayudita a los “sin tierras” del Brasil. Es decir, la continuación de la regaladera a extraños, mientras la crisis económica de Venezuela se agudiza.
Esta noticia causó la natural “roncha” en Brasil, donde el gobierno se quejó de la injerencia de Jaua en los asuntos internos de ese país, además de que desconocía su presencia en territorio brasileño; mientras que, por otra parte, quien al parecer pagó los platos rotos, fue el embajador de Venezuela ante aquel país, Diego Molero, posiblemente por no moverse con la diligencia esperada para tapar el escándalo en aquella nación.
Pero, como suele suceder, sobre este caso no ha habido pronunciamiento oficial, ni la Asamblea se ocupará de investigar, como ya lo ha adelantado, porque para su directiva esto no tiene ninguna relevancia, como no la tuvo la pérdida multimillonaria de dólares con la compra de comida en mal estado en el exterior por parte de Pdval, ni la negociación en la que se involucró a la propia hija del extinto presidente Chávez, con la adquisición sobvrevaluada de arroz a un comercio argelino, ni los robos por parte de gente allegada al régimen a una masa de frustrados compradores de vehículos, ni ninguno de los tantos casos de corrupción permanentemente denunciados por parte de representantes de los diversos sectores de la vida nacional.
No nos extrañe la nueva cortina de humo que arrojen en cualquier momento los artífices del engaño y la mentira, para ocultar sus propios delitos. La corrupción y la impunidad en Venezuela tiene un solo color: es roja rojita, y hacia allí debemos mirar; no nos dejemos engañar distrayendo la mirada hacia donde nos quieren dirigir estos auténticos enemigos del pueblo.
Twitter: JJMorenoA