El asesinato de 11 personas ocurrido el pasado 10 de noviembre dentro de la hacienda “San Juan de Dios”, ubicada en la población de Altagracia de Orituco del estado Guárico, coloca en evidencia un elemento que cada día parece tomar mayor auge dentro de la realidad delictiva venezolana: las megabandas criminales.
Todo parece indicar que los autores materiales de esta masacre son los integrantes de la banda de “El Picure”. Las víctimas presuntamente son miembros de una pandilla rival (la del “Memo”) que competían con los victimarios por el negocio de las extorsiones a productores y comerciantes de la zona.
José Antonio Tovar Colina, mejor conocido como “Picure”, de 25 años de edad, es el cabecilla de esta megabanda criminal integrada por más de 50 hombres, que operan entre los estados Guárico y Aragua. Esta agrupación delictiva, que tiene un alto poder de fuego (ametralladoras, fusiles, escopetas, armas cortas y granadas), ya ha asesinado a decenas de personas, entre las cuales se cuentan al menos 6 funcionarios policiales. A pesar de estar plenamente identificado, de tener varias órdenes judiciales de aprehensión y de ser seguramente el hombre más buscado del país, hasta ahora “El Picure” no ha podido ser detenido, lo que ratifica la inmensa impunidad que hoy existe en el país..
La de “El Picure” no es la única megabanda que ha sido noticia en los últimos tiempos en Venezuela. Hay que recordar que a principios de este año una agrupación criminal conformada por unos 40 miembros, denominada “Los Orejones”, que opera en Ocumare del Tuy, atacó con armas largas una estación policial de la zona y puso bajo una especie de toque de queda a esta población mirandina, esto en represalia por la muerte de tres de sus integrantes que fallecieron durante un operativo del CICPC. Varias megabandas de este tipo existen hoy en el país.
De continuar el crecimiento de este fenómeno en nuestro territorio, Venezuela corre el peligro de replicar situaciones que padecen otros países de la región. El Salvador, Honduras y Guatemala (el llamado triángulo norte de Centroamérica) sufren la acción de las denominadas “maras”, las cuales son grandes pandillas conformadas por miles de miembros, con estructuras jerárquicas y códigos de conducta, que se dedican a ejecutar asesinatos, extorsiones, robos y otros graves delitos. El grueso de los crímenes en estos países pasa por la acción de estas “maras” criminales.
El reciente asesinato de 43 estudiantes en México, en la región de Iguala, estado de Guerrero, colocó de nuevo en el tapete el problema de los denominados “carteles” en ese país. Estos grupos de delincuencia organizada dominan varias regiones de México, en las cuales se dedican al narcotráfico y al tráfico de personas, entre otros delitos. La actuación de estos “carteles” criminales mantiene en jaque a la democracia mexicana.
La existencia de estas megabandas criminales en Venezuela se suma a la ya conocida situación de los “pranes” en las cárceles y a la presencia de los denominados “colectivos” paramilitares en varias regiones del país. A través de cada una de estas figuras se van diseminando especies de microEstados a lo largo y ancho del territorio nacional.
Con la acción de pequeñas agrupaciones hamponiles y de individualidades criminales, Venezuela se convirtió, en el transcurso de los últimos 15 años, en el segundo país con mayor tasa delictiva del mundo. Ahora, con la proliferación y crecimiento de estas megabandas, la situación pudiera empeorar. Como dicen por ahí: eramos muchos y parió la abuela.
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