El remedio eficaz y definitivo consiste en el establecimiento de mecanismos institucionales de control civil efectivo sobre las Fuerzas Armadas. Es notorio el fracaso de los militares en la dirección del Estado, en contraste con la participación del liderazgo civil en los considerados mejores años de la república.
Estamos claros del sitio y función que deben ocupar las Fuerzas Armadas en la sociedad, diferenciando que los militares están armados y por ley ejercen el monopolio de la violencia institucional, y los civiles disponen del arma de la libertad de expresión, de organización y participación política, garantizados por la actuación de poderes públicos autónomos que se controlan entre sí.
Los militares tienen un rol primordial en la seguridad y defensa del país, la integridad territorial, la soberanía nacional y la preservación de la democracia. Con el debido apresto operacional deberían ejercer su función técnica y profesional, pero lamentablemente estos presupuestos están ausentes de la realidad, ya que hoy día no reciben formación para dirigir las Fuerza Armadas y sus operaciones militares.
Resulta peligroso y advertimos sus resultados nefastos cuando los militares intervienen en aéreas que trascienden la seguridad y defensa, con el virus de la politización en su proceso de formación y educación, por esa rendija se coló la logia que ocupa el poder. Aquí prevalecen las condiciones, divorciadas de los objetivos de la nación, para un pretorianismo desbocado, que implica la posibilidad de acceder al poder por el uso ilegitimo de las armas del Estado.
El régimen demuestra su desprecio hacia la institución militar, corrompiéndola y cargándole el fracaso de la administración pública, dándole prerrogativas que lesionan el debido control civil por parte de los poderes públicos del Estado. La masiva ocupación militar en la burocracia estatal ha desvirtuado el rol de la función de la Fuerzas Armadas en una democracia.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
@JulioCArreaza