José Guerra, graduado en economía en la UCV, tiene un postgrado en la Universidad de Illinois. ES profesor asociado de la Escuela de Economía de la UCV de la cual fue su director. También fue gerente de Investigaciones Económicas del Bancco Central de Venezuela.
“Del legado de Chávez al desastre de Maduro” es el primer libro que evalúa la trayectoria del gobierno encabezado por Nicolás Maduro, en sus aspectos económicos y políticos. Destaca la fatiga de un modelo económico ya inservible, que se expresa en contracción de la economía, aceleración de la inflación, elevada escasez, deterioro del sector externo y un aumento de la pobreza, todo ello sin que el precio del petróleo haya denotado una caída relevante.
Esto ha sido complementado con una elevada dosis de represión y una obvia deriva autoritaria.
El libro no se queda en el análisis de los hechos. También perfila las bases de un nuevo modelo de desarrollo.
A continuación, por cortesía del autor, les traemos la introducción del libro “Del legado de Chávez al desastre de Maduro”
Introducción
La situación económica y política que vive Venezuela exige hacer una valoración del desempeño del gobierno de Nicolás Maduro, tras dos años de ejercicio efectivo del poder. Este libro está consagrado a ese propósito. Su antecedente inmediato fue otro libro El Legado de Chávez, cuyas dos ediciones salidas de la imprenta en junio y septiembre de 2013, se agotaron rápidamente. Ahora, al texto previo se añade el análisis minucioso del gobierno de Maduro y se amplía considerablemente la propuesta de modelo de desarrollo alternativo para Venezuela. Se estructura de esta manera una visión integrada del período histórico y de cambios que ha vivido Venezuela entre 1999 y 2014.
Siempre las transiciones políticas o los cambios de sistema de gobierno acarrean un período de incertidumbre e inestabilidad que se puede prolongar tanto como las condiciones objetivas así lo determinen o que el liderazgo político sea lo suficientemente fuerte como para aplacar las inquietudes derivadas de la modificación de la estructura del poder. Ello ha sido así en Venezuela desde la Independencia en 1821 y posteriormente con la separación de la Gran Colombia en 1830, luego de la cual la incipiente nación entró en un proceso de turbulencias que tuvieron su punto más álgido con carnicería humana que implicó la Guerra Federal entre 1859 y 1863. No hubo sosiego en el país y a un gobierno presidido por uno de los próceres de la guerra independentista, lo sustituía otro de igual signo, pero todavía más débil, en una sucesión de insurrecciones, hasta que entre 1908 y 1935, la mano férrea de Juan Vicente Gómez logró aquietar al país a punta de cárceles, carreteras, gasto público y un Ejército disciplinado y nacional. El petróleo jugó un rol esencial en configurar ese orden. Un país agotado por las crisis previas y extenuadas sus fuerzas por los conflictos intestinos, fue proclive a intercambiar la libertad por la disciplina social que impuso Gómez, quien logro vertebrar un país que simulaba ser una nación.
Muerto Gómez el 17 de diciembre de 1935, el país abre los ojos luego de un prolongado letargo y regresa la agitación política de la mano de un movimiento estudiantil que ofrendó lo mejor de sí en lucha contra Gómez.
Al general Gómez le sucedió el general López Contreras y a éste el general Medina Angarita, en una continuidad no democrática, porque al presidente no lo elegía el pueblo en comicios libres, mediante el voto directo, secreto y universal. Ese período fue también de turbulencia y se cerró con el golpe de Estado (también llamado revolución de octubre) contra Medina Angarita el 18 de octubre de 1945 y con él se instaló la Junta Revolucionaria de Gobierno con un período claramente delimitado, durante la cual se eligió una Asamblea Nacional Constituyente, se proclamó el Estatuto Electoral que posibilitó la realización de las primeras elecciones democráticas, de las cuales resultó electo presidente de la República con mayoría abrumadora el escritor y civil Rómulo Gallegos, representante del partido Acción Democrática.
Pero no le fue bien al régimen democrático recién inaugurado. A pesar de su amplio apoyo popular, el 24 de noviembre de 1948, parte de los complotados para deponer a Medina Angarita el 18 de octubre de 1945, se coaligaron para derrocar a Gallegos. La Junta Militar que asumió las riendas del gobierno en 1948 ahogó con represión los anhelos democráticos de un pueblo que había experimentado su ejercicio de libertad política efectiva por primera vez. La obra material de la dictadura fue vasta y la emigración vino en abundancia a Venezuela en busca de empleos y altos salarios, en vista de la estabilidad monetaria. Autopistas, carreteras, avenidas, obras de sanidad y la majestuosidad de la construcción pública se anotan en su haber, que sin embargo no compensaron el enorme tributo en vidas humanas y sufrimientos que significó el arrojo de muchos hombres y mujeres templados e inmolados en la lucha contra el régimen militar y policial.
A los diez años que corrieron en las distintas modalidades de la Junta Militar, con sus títeres civiles incluidos, entre b1948 y 1958, le siguió la celebración de elecciones democráticas en diciembre de 1958 una vez que fue derrocado el general Pérez Jiménez el 23 de enero de ese año, abriéndose de esta manera de nuevo el compás democrático. De esa contienda electoral resultó ganador Rómulo Betancourt, nominado por el partido AD. Fue una victoria clara e inobjetable pero no logró una mayoría determinante. El mismo día 13 de febrero de 1959 cuando Betancourt estaba asumiendo como presidente con su discurso inaugural, ya se estaban preparando las nuevas insurrecciones en su contra por parte de una porción de los militares recién desplazados. La situación fiscal que encontró el nuevo gobierno lo obligó a adoptar medidas muy rudas en lo económico, lo que generó desempleo al tiempo que las salidas de capital conspiraron contra el bolívar, situación que forzó al gobierno a adoptar un control de cambio en noviembre de 1960, que se desmontó en enero de 1964.
La inquietud social y política propició un clima de agitación que motivó refriegas callejearas y tres intentos de golpe de Estado de derecha e izquierda que fueron enfrentados con firmeza y derrotados sin atenuantes por Betancourt. Ello se solapó con el salto al vacío de la acción guerrillera auspiciada y financiada desde Cuba en la que incursionaron los partidos de izquierda, que también fue aplastada por Betancourt. A partir de 1962, a un año de concluir su mandato, se consolida un proceso de estabilidad política y económica que se tradujo en una mejora evidente de las condiciones vida del pueblo, la cual se alteró el 18 de febrero de 1983 cuando Venezuela vio pulverizado su régimen monetario de tipo de cambio fijo y libertad cambiaria, uno de los baluartes que había propiciado ese lapso de quietud política y bienestar económico.
A partir de aquel año 1983, el país no volvió a reencontrarse con un crecimiento económico sostenido y con baja inflación como lo tuvo entre 1962 y 1978 en democracia y antes con la dictadura entre 1948 y enero de 1958. Con posterioridad a 1983 el país habitó con la sombra de los desequilibrios económicos y la indisciplina fiscal acumulada entre 1974 y 1978 que no se habían manifestado con fuerza por el efecto aplacador de los elevados precios del petróleo cada vez que la crisis se asomaba. En nueve años la obra construida anteriormente fue averiada en sus fundamentos.
Así, entre 1983, al colapsar la economía y 1992, cuando Hugo Chávez intenta su golpe de Estado, el país asistió a un evidente deterioro de su nivel de vida y a una disminución generalizada de sus expectativas, que al unísono con el desgaste del sistema político, explica el descontento y la sedición.
El país exigía un cambio que le restituyera su patrón de vida, ahora en retroceso. Chávez, encarrilado por la senda democrática, ganó las elecciones presidenciales de 1998 de forma clara, encarnando ese cambio. Pero no se calmó el país. Cuando Chávez forzó la marcha hacia su proyecto, primero bolivariano por conveniencia táctica y después socialista, vino la reacción. En febrero de 2002, un golpe de Estado frustrado lo depone por breve tiempo luego de días y meses cuando la temperatura política escaló hasta el máximo admisible, con manifestaciones masivas de calle. Entre el intento de golpe de Chávez de febrero de 1992 y febrero de 2002 median diez años, los mismos que entre 1935 cuando muere Gómez y derrocan a Medina Angarita en 1945 y los que duró la dictadura instaurada en 1948 y removida en 1958.
El lapso que gobernó Chávez tuvo episodios de relativa tranquilidad y los más de crispación porque un proyecto socialista a la antigua como el que fraguaba Chávez no se puede implantar sin que genere resistencia. Chávez tuvo la enorme ventaja de tomar tempraneramente la industria petrolera puesta a su servicio a lo cual se agregó como elemento favorecedor los altos precios petroleros. Pero ello no era suficiente para el socialismo. Faltaba más. Vino a complementar los recursos originados en el petróleo los de la emisión de dinero que Chávez descubrió y que materializó con las sucesivas reformas a la Ley del BCV que crearon el ambiente para que el ente emisor financiara la vorágine de gasto que acompañó la gestión chavista. Con detalle esas ejecutorias se describen entre los capítulos I y IV de este libro con abundancia de cifras y datos.
Muerto Chávez en marzo de 2013, asume Maduro y se abre de nuevo el ciclo de la inestabilidad, agravado esta vez por el hecho de las obvias limitaciones de Maduro. Limitaciones en todos los sentidos. Ante la carencia de auctoritas, buena es la represión y eso es lo que ha hecho Maduro con una fuerza tan inusitada como desproporcionada. Este es el primer libro donde se evalúa la trayectoria de sus primeros dos años de gobierno, referida tanto a los aspectos económicos como políticos. Se destaca la fatiga de un modelo económico ya inservible, que se expresa en contracción de la economía, aceleración de la inflación, elevada escasez, deterioro del sector externo y un aumento de la pobreza, todo ello sin que el precio del petróleo haya denotado una caída relevante. Esto ha sido complementado con una elevada dosis de represión y una obvia deriva autoritaria, ambas analizadas en el capítulo V. Finalmente, se perfilan las bases de un nuevo modelo de desarrollo para que Venezuela comience a fracturar el cordón umbilical que la ha sometido al rentismo petrolero y encamine su economía al comercio mundial para crear bienestar duradero para los venezolanos.
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