Contra María Corina Machado se ejecuta una política de acoso y violencia institucional que retrata al régimen de cuerpo entero. Además de sus acertadas denuncias y la labor informativa y de organización que adelanta con sus Congresos Ciudadanos, ha solicitado formalmente la renuncia del señor Maduro como cabeza de eso que llaman el alto gobierno cívico-militar. Tiene todo el derecho a hacerlo. Para decirlo con sus palabras “… es la vía más expedita, menos traumática, para iniciar un proceso de transición hacia la democracia en paz y de reconstrucción del país” (La Razón del domingo pasado). Lo viene planteando desde hace algún tiempo. Pero la respuesta ha sido bestial. Junto a otros notables compatriotas, probadamente demócratas, la han acusado de magnicida, es decir, de estar implicada en un plan para asesinar al señor Maduro. Ha sido citada como indiciada y como tal deberá comparecer ante la Fiscal correspondiente del Ministerio Público. La lista crece. La represión política aumenta, igual que el alto costo de la vida y las acciones del crimen organizado.
Dejo constancia de mi solidaridad con María Corina. Admiro el coraje que demuestra en este tiempo de tantos silencios cómplice y de juegos calculados a diestra y siniestra.
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