En una humilde vivienda del sur de México, la familia de Alexander Mora, el primero de los 43 estudiantes presumiblemente masacrados en ser identificado, lo recuerdan este domingo como un joven alegre cuyo sueño era ser maestro para sacar adelante a su viudo padre.
De 19 años, Alexander era el más pequeño de los ocho hijos de Ezequiel Mora, un campesino de la comunidad de El Pericón, en el municipio de Tecoanapa (Guerrero).
“Alexander fue el único de los hijos que quiso salir. Decidió irse a estudiar porque su sueño era formarse como maestro y ni modo, le quitaron la vida”, explica afligido su padre a la AFP en su diminuta casa de dos cuartos.
Vecinos, amigos y compañeros estudiantes han ido llegando a la vivienda de color azul de la familia de Alexander desde que el sábado se conoció que es el primero de los 43 estudiantes desaparecidos en septiembre del que hay pruebas de su muerte.
En su memoria prepararon un pequeño altar con velas, varias fotografías del muchacho y una playera de fútbol, su gran pasión junto a la lectura, recuerdan.
También hay imágenes de su madre, fallecida en marzo de 2010 por diabetes.
A El Pericón, una empobrecida comunidad montañosa de 1.800 habitantes, no ha llegado ningún representante del gobierno estatal ni federal. La familia asegura que tampoco ha recibido la llamada de ninguna autoridad ni nunca les dieron ninguna ayuda.
Los restos del joven fueron encontrados en la misma zona donde sicarios de un cártel narcotraficante declararon haber asesinado a los 43 jóvenes e incinerado sus cuerpos.
La identificación fue realizada por un prestigioso laboratorio de Austria y ahora su padre está a la espera de que le envíen los restos de su hijo, apenas un hueso y una muela, para darles sepultura.
“Somos gente humilde que vivimos del campo. Queremos darle un sepelio como se hace aquí, honradamente, pobremente”, explica su hermana Edith.
– “No era un animal” –
Alexander era estudiante de primer curso de Magisterio de la escuela rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa (Guerrero), a 150 km de El Pericón. En este reconocido centro público de ideología socialista se forman maestros que después se encargarán de dar clases en áreas rurales de Guerrero, uno de los estados más pobres del país.
El 26 de septiembre, Alexander y otros 42 compañeros -la mayoría entre 18 y 21 años- desaparecieron en la cercana ciudad de Iguala, a donde se habían desplazado para recaudar fondos para su escuela.
La fatídica noche, los jóvenes fueron brutalmente atacados a tiros por policías de Iguala que después los entregaron a sicarios del cártel Guerreros Unidos. Según la reconstrucción de la fiscalía, los narcotraficantes asesinaron a los jóvenes e incineraron sus cuerpos, una versión que hasta ahora no creían las familias.
“Que se haga justicia porque esto no se puede quedar así. Mi hermano no era un animal como lo mataron. Era un niño inocente que no sabía nada de la vida, no era un drogadicto”, reclama Edith, quien no ha podido participar en las múltiples protestas por el crimen para cuidar a su bebé.
“Era un niño tranquilo, alegre, tierno. Ayudaba en el trabajo en el campo y su ilusión era ser maestro para sacar adelante a su papá”, recuerda.
En la escuela de Ayotzinapa, de donde los estudiantes suelen salir con un empleo, “estaba bien porque es una escuela de gente humilde, pobre. Ellos no pagaban renta, solo trabajaban en algunas siembras para mantenerse”, explica su hermana.
– “¡Queremos justicia!” –
La familia de Alexander reclama que se castigue al detenido alcalde de Iguala, acusado de trabajar para Guerreros Unidos y de ordenar el ataque por temor a que los jóvenes sabotearan un evento público de su esposa.
Su padre también exige la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto “porque no sirve para gobernar, encubre a los maleantes, no hace justicia con los desaparecidos”.
Las familias de los desaparecidos y activistas han criticado la respuesta y actitud de Peña Nieto en este brutal crimen que ha marcado su presidencia y en general ante la situación de Derechos Humanos en México, donde más de 80.000 personas han sido asesinadas 22.000 desaparecidas desde 2006.
A la espera de que lleguen los restos de su hijo, que calcula que puede tardar unas dos semanas, Ezequiel Mora se muestra dispuesto a seguir batallando para que haya justicia para Alexander y se encuentre a sus 42 compañeros.
“Hay que hacer justicia. Vamos a seguir luchando”, asegura. AFP