Tengo un gran amigo historiador a quien quiero mucho y de cuya sanidad mental doy fe. Su obra lo demuestra. Es un docente ejemplar. Más allá de la cercanía, la objetividad me asiste para tenerlo como un valor de nuestro país. No daré su nombre. Nuestro personaje tiene una percepción inequívoca de la realidad. No ha pasado por episodios de alucinaciones o trastornos. Es agnóstico: descree de la intervención de factores metafísicos o ultramundanos y está más que cuerdo. Hace un mes este lúcido caballero para terminar de resolver la vacación, se dirigió a una organización denominada La nueva Conferry. Sostiene beatíficamente que se apersonó en las oficinas comerciales de la empresa y solicitó con viva e inconfundible voz en el idioma castellano que domina a cabalidad, unos boletos para la ruta entre el puerto de la Guaira, localizado en el Estado Vargas y Punta de Piedras, en el Estado Nueva Esparta con la susodicha empresa definida como revolucionaria.
Eso cree haber hecho el intelectual. Porque resulta que al autor de estos garabatos se le ocurrió pasar la semana pasada por la oficina en cuestión de modo de saber si podía zarpar también rumbo a la Margarita desde La Guaira. Ante la ventanilla, el empleado me comunicó que la ruta estaba suspendida, anulada, pospuesta, que no se sabe para cuando, que en este caso, que no sabría decirle porque yo cumplo órdenes. Le comuniqué la novedad al historiador quien está muy preocupado porque la construcción del tiempo se le haya ido de las manos. Ha llegado a pensar que se prefiguró una imagen inexistente, que no dijo lo que dijo y que invocó navegar en una embarcación espectral de esas que surcan los siete mares cada cien años. Ha terminado por dudar de todo. Le digo que no, que es un caso típico de irresponsabilidad del gobierno. Está leyendo a David Hume para evitar que los sentidos lo engañen porque él insiste que conoce las diferencias toponímicas y jura jamás haber pronunciado Guanta sino Guaira, además de haber rellenado una planilla con letra de molde. Le digo que deseche a los empiristas y piense en Franz Kafka y que nuestro país tiene un categorización inexplicable.
Tamaña broma le echaron. Qué habría sucedido de haberse lanzado hasta La Guaira y llegar a un muelle solitario con un ferry fantasma que nunca atracaría como el de El holandés errante. A tamaña destrucción nos condenaron a los venezolanos con la estatización de esa y tantas otras compañías ahora en la total decadencia e irrespeto al usuario.