ROUSSEFF, CASTRO, MADURO Y KIRCHNER NO ACUDIERON A LA CITA
Palabras de Venezuela en la Cumbre de VeracruzEl evento cerró con el compromiso de que nuestro futuro debe basarse en “Educación, innovación y cultura”
El vicepresidente Arreaza habló de “robo de cerebros”, pero en realidad se trata de “expulsión de cerebros”
En ausencia del presidente Nicolás Maduro, nuestro país estuvo representado por el vicepresidente Jorge Arreaza, quién según varias notas de prensa, enfatizó el compromiso venezolano con la revolución del conocimiento y advirtió sobre los riesgos del “robo de cerebros” (http://www.eluniversal.com/n acional-y-politica/141209/arreaza-alerto-en-veracruz-sobre-elriesgo-de-robo-de-cerebros). Es en verdad difícil no sorprenderse al encontrarse con la descripción de la realidad que hace Arreaza del compromiso del gobierno con la revolución del conocimiento, anunciada hace algún tiempo por el presidente Maduro, y contrastarla con el drama venezolano de destrucción del capital humano y de las instituciones generadoras de conocimiento. Una verdadera hecatombe del talento humano, cuyos principales responsables son las políticas públicas en materia de educación superior, ciencia y tecnología impulsadas por el partido y el gobierno del Vicepresidente.
Según la nota de El Universal, la frase empleada por Arreaza fue: “Queremos poner una alerta sobre la movilidad, porque la hemos sufrido. En Venezuela no solo sufrimos la fuga de cerebros (…), también sufrimos el robo de cerebros”. La verdad del asunto es que Venezuela no ha sufrido de robo de cerebros, sino más bien de lo que podríamos llamar un proceso de expulsión de cerebros. La Jihad contra el talento emprendida por el gobierno revolucionario comenzó con el despido de miles de profesionales de Pdvsa que eran en buena parte responsables de los incontables éxitos de la corporación estatal petrolera. A ello le ha seguido la guerra de desgaste y acoso contra las universidades nacionales y la creación de instituciones de educación superior de segunda. Solamente por mencionar un ingrediente especialmente letal para la preservación de los profesores e investigadores en nuestras universidades: el salario real de un profesor en Venezuela está entre los más bajos de Iberoamérica, prácticamente en niveles de subsistencia y obscenamente inferiores a los de Chile, México o Argentina, y el apoyo a la investigación está en sus niveles más bajos de los últimos años. El último episodio de esta tarea antinacional es el infame proyecto de ley que sanciona la transformación del IVIC en una suerte de aldea comunal de cultores del conocimiento, a contrapelo completamente de las recomendaciones de la Cumbre de Veracruz y con el argumento, esgrimido también por el vicepresidente Arreaza, de que es necesario eliminar la ciencia elitista.
Al acoso a las instituciones generadoras de conocimiento, hay que añadirle la destrucción de las condiciones mínimas para que los cerebros puedan radicarse y crecer en nuestro país. Nuestros profesionales emigran no porque nadie se los robe, sino porque la existencia en Venezuela se ha convertido en un calvario de penurias e incertidumbre respecto al futuro. Esta ausencia de confianza en el futuro se ha tornado en uno de los puntos de convergencia más extraordinarios e inesperados entre el país “rojo” y el país “azul”. Nunca fue más cierto que ahora, parafraseando la genial frase del Comandante Chávez, que mientras nuestros gobernantes van de cumbre en cumbre predicando las maravillas del presunto paraíso en la Tierra en que se ha convertido Venezuela, nuestro pueblo sigue en el abismo.