A pesar de ser los miembros más grotescos de la pandilla, no solo Nicolás Maduro o Iris Varela deben irse: el régimen debe irse. La tragedia venezolana no se resuelve reemplazando en sus funciones a uno o dos ineptos. Solo puede comenzar a resolverse con la salida del poder de este régimen corrupto, cuyos miembros son todos moralmente invertebrados. No hay soluciones parciales a la tragedia venezolana ni acomodo posible con la pandilla. Cuando salga el régimen deberán suceder varias cosas: uno, el enjuiciamiento de los culpables de la tragedia; dos, el inicio de una transición política que incorpore a todos los sectores democráticos y responsables del país; tres, una política orientada a la recuperación de la confianza internacional en Venezuela como país civilizado y una campaña didáctica interna que coloque a todos los venezolanos en el mismo nivel de conocimiento sobre la situación del país. Venezuela quedará en ruinas después de los 16 años de abusos y asaltos a la nación por parte de los bandidos chavistas y se requerirá que el nuevo gobierno haga un gran esfuerzo de amplitud y conciliación nacional para sacar al país del foso.
Los componentes de ese esfuerzo deberán ser claramente explicados al pueblo venezolano: Existe una ruinosa situación financiera, un colapso agrícola e industrial, un aterrador endeudamiento de la nación, y de su industria petrolera. Las instituciones han sido prostituidas y hay una situación masiva de pobreza crónica del pueblo venezolano, a pesar de las dádivas del régimen. Todo esto debe salir a la luz del día. No puede mantenerse la mentira como política de estado. Al país habrá que hablarle claro, pues nada puede ser peor que lo que tenemos hoy. Una sociedad que no pueda enfrentarse con su realidad no tiene futuro.
El camino será largo y difícil. Lo único que no debe permitirse nunca más es la presencia en el poder de pandillas de ineptos y corruptos, no importa que ideología política puedan tener. No hay tal cosa como izquierdas buenas y derechas malas o viceversa. Lo que hay es gente honesta y capaz y gente deshonesta e incapaz. No deben existir en Venezuela dogmas ni mitos como el de las “industrias básicas”, todas quebradas, el de la “soberanía” que permite los abusos de poder, el de la la “segunda independencia” que hace creer que podemos hacer lo que nos venga en gana como nación o el del “poder en manos del pueblo”, cuando el pueblo está en realidad totalmente indefenso frente al régimen demagógico y rapaz. Estos mitos solo han servido para permitirle a una pandilla de corruptos que se enriquezcan de manera obscena a costa del pueblo: los Chávez, los Cabello, los Maduro-Flores, los Giordani, los Ramírez, los narco-generales, los rastreros miembros del Tribunal Supremo de Justicia y del Poder Moral, los contratistas de PDVSA, de CVG, de Corpo-Elec y de los ministerios del ejecutivo. La pandilla está hoy unidos, como una manada de hienas, en su defensa de los delincuentes sancionados por el Congreso de los Estados Unidos, tratando de confundir sanciones a criminales con una agresión contra el país.
Será preciso, no hay alternativa para sanar al pueblo venezolano, que exponer descarnadamente la tragedia venezolana de los últimos 16 años, de la misma manera que los aliados debieron exponer al pueblo alemán al horror del holocausto llevado a cabo por sus compatriotas. Es verdad que hay grandes sectores de la población a los cuales les será muy difícil comprender y aceptar la manera como han sido degradados por la pandilla, pero será necesario que cada quien enfrente su responsabilidad en el desastre. La gran tarea de cualquier gobierno en Venezuela será como sacar de la pobreza a millones de seres ignorantes e indefensos, sin que tengan que vender sus almas.
No envidio a quienes tengan esa responsabilidad porque la tarea es titánica. La columna vertebral de ese esfuerzo será la educación ciudadana. La creación de una masa crítica de ciudadanos es el único camino para salir de la miseria y de la dependencia en regímenes demagógicos. El ciudadano estará protegido en contra de la promesa y el halago fácil, no aceptará vender sus principios por una limosna diaria.
Una nación de ciudadanos y no de limosneros o entreguistas representa el camino de la verdadera liberación. Quien pueda conducir a nuestro pueblo por ese camino y mantener el rumbo se ganará un sitio honorable en nuestra historia. Los Chávez y los Maduro no corren en este grupo.