En la tumba embarrada donde fue enterrada Hayati Lutfiah Hamid faltaba algo. Aunque unos 150 vecinos se reunieron para el sepelio de la primera víctima identificada del vuelo 8501 de AirAsia, la mayoría de la gente que debería llorar su pérdida no estaba presente.
Su marido, Djoko Suseno, su hija de 9 años, Naura Kanita Rosada Suseno, y su suegra, Soemanik Saeran, siguen desaparecidos en aguas del mar de Java luego de que el avión en que viajaban se estrellase el domingo matando a las 162 personas que iban a bordo.
El cuerpo de Hayati fue entregado a su familia en un ataúd negro el viernes por la tarde, y de acuerdo con los principios del islam fue enterrada de inmediato.
Durante toda la semana, en la sencilla casa de Soemanik a las afueras de Surabaya, parientes y amigos se sentaron en alfombras de oración tendidas en el porche para los rezos nocturnos. Las peticiones para que sus seres queridos apareciesen con vida han dejado paso a otras para que sus cuerpos sean recuperados pronto.
El avión se estrelló a medio camino en su viaje entre Surabaya y Singapur, el que iba a ser su destino. Hayati, de 39 años, había planeado la excursión de final de año a Singapur y Malasia durante meses como regalo para su hija y su suegra. Era su primer viaje al extranjero.
“Estamos agradecidos de que se haya recuperado el cuerpo de Hayati pero seguimos llenos de pena porque hasta este momento, otros tres miembros de nuestra familia siguen desaparecidos”, dijo Masykur, casado con la hermana de Djoko, el jueves. “Rezaremos cada noche hasta que los encuentren”.
Masykur, dijo que sus dos hijos, de unos 20 años, iban acompañar a la familia en el viaje, pero los dos decidieron no ir porque estaban ocupados con sus estudios universitarios.
“Estamos muy tristes por su muerte, pero agradecidos a Alá porque mis dos hijos no fuesen al viaje”, dijo en la casa familiar de Soemanik.
Hayati fue enterrada cerca de la vivienda, aunque era natural de otro suburbio de Surabaya, para que toda la familia pueda descansar en el mismo cementerio una vez se recuperen los demás cadáveres, explicaron miembros de la familia.
Hayati era la menor de cuatro hermanos. Sus padres ya han fallecido y uno de sus hermanos mayores falleció a causa de un cáncer.
Unang Priyatino, amigo de Hayati desde la escuela, dijo que la vio por última vez en octubre. Hayati, conocida por el apelativo cariñoso Fifi, le había comprado una alfombra de oración como regalo después de realizar el Hajj en La Meca. Había viajado sola y dijo que tenía previsto repetir la peregrinación este año con su esposo y su suegra.
“Fifi es una persona humilde y cariñosa. Nos conocemos desde hace más de 20 años. Le encanta comprar, especialmente zapatos”, dijo Unang. Hayati tiene una colección de más de 100 pares de zapatos en su casa, añadió.
En la vivienda familiar de Soemanik, una pequeña mesa ubicada fuera, en una esquina, sostiene tres grandes cuadros: un retrato de la matriarca, otro de Hayati y su marido, y un tercero de Nauru posando con un vestido morado en la fiesta de su noveno cumpleaños. AP