La vida de los venezolanos transcurre entre cola y cola

La vida de los venezolanos transcurre entre cola y cola

colas

Las “navidades felices” que pregonaba el presidente Nicolás Maduro, el heredero de Hugo Chávez, nunca llegaron y el Año Nuevo nos cayó encima como una pesada cruz que no parece aligerarse con el paso de los días. Así lo publica laverdad.com / Luis Ricardo Pérez

Para los pocos afortunados que pudieron disfrutar algún resquicio de normalidad en las fiestas decembrinas, la resaca de enero es más agobiante y nauseabunda que nunca. Despertar a la dura realidad de interminables colas en casi todos los aspectos de la vida cotidiana es una migraña que no se alivia con retórica ni cadenas.





Echar gasolina, poner el chip para poder comprar combustible, encontrar baterías para el carro, ir al supermercado, pagar el recibo de luz, cobrar la pensión, sacar un documento de identidad o hacer algún trámite en algún ente público, “absolutamente todo”, implica someterse a largas horas de angustia, incomodidad y hasta riesgo a la integridad física, en colas que comienzan desde la noche anterior, arropados por la penumbra de un país donde hasta el alumbrado público escasea.

¿Cómo funciona un hogar, una empresa o una nación donde todos sus integrantes están condenados a perder el tiempo en un sistema diseñado para controlar y racionar hasta lo más básico de la vida?

Consecuencias

Si bien es cierto que la caída de los precios del petróleo impactó negativamente el flujo de caja del Estado, ¿cómo es que gobiernos anteriores se las arreglaban para que los anaqueles de los supermercados estuvieran repletos de productos (en numerosas presentaciones y marcas) con un barril que promediaba los siete dólares? La respuesta es muy sencilla: hoy vivimos las consecuencias de una gestión empeñada en destruir la iniciativa privada, la misma a la que ahora convoca con aires de magnanimidad y sonrisas nerviosas a participar en el “rescate de la producción nacional”.

El país ya no entiende de enemigos ocultos ni planes conspirativos que tratan de aniquilar el legado del “comandante supremo”, la gente solo sabe que la situación es dramática, aplastante e ineludible. Los niños necesitan pañales, la despensa está vacía, el carro está parado por repuestos, todo aumenta, el dinero no alcanza y por ningún lado se encuentra lo que hace falta.