Alexis Alzuru: ¿A quién beneficia la irritación y fatiga del pueblo?

Alexis Alzuru: ¿A quién beneficia la irritación y fatiga del pueblo?

thumbnailalexisalzuruEl repudio que Nicolás Maduro tiene por el conocimiento y el sentido común es una de las causas de su espectacular fracaso. De hecho, los dogmas son los que justifican sus decisiones, no los argumentos. Además, no escucha y no admite que haya información que contradiga sus prejuicios. Está ciego para los sucesos que contrarían sus interpretaciones y sordo para las explicaciones que expresan alternativas a sus razonamientos. Por lo que no extraña que decida a contrapelo de lo que recomiendan las investigaciones en materia económica y política. De allí que sus acciones estén alejadas de la sensatez y se aproximen a las prácticas de los enloquecidos fanáticos yihadistas. Las consecuencias de su actitud se encuentran a la vista de todo el mundo: Venezuela está hundida en un relleno de ignorancia y vandalismo.

En el momento actual un daño equivalente al que ya ha generado el presidente con su desprecio por el conocimiento, únicamente lo produciría una oposición que actuara sin reflexionar. Es época de examinar creencias. En particular, aquellas que se consideran verdades indudables. Las circunstancias en las que está la república exigen apertura mental, antes que posiciones mineralizadas.

Por cierto, una de las tesis que convendría evaluarse afirma que en escenarios de crisis política las contradicciones deben agudizarse. Pues quienes aún la siguen al pie de la letra realizan recomendaciones que se apartan de lo que los estudios dicen sobre el comportamiento del sujeto. Por ejemplo, hay quienes sugieren que se aproveche la irritación que tiene la población para radicalizar los conflictos. Ellos suponen que enajenando aún más a los venezolanos al fin se concretará la derrota electoral del gobierno o la salida exprés del presidente.





Hay quienes presumen que la persona estresada y enceguecida es un decisor racional. Quienes así piensan deberían considerar que los sujetos agobiados toman decisiones que les perjudican; una conclusión que desde los años 80 se ha logrado corroborar en experimentos de diferentes disciplinas. El número de individuos que por cansancio deciden en contra de sus objetivos es abrumador respecto de los que eligen en atención a sus deseos. Algunos test prueban que de cada 10 personas, entre 8 y 7 deciden en su contra cuando están agotadas y ofuscadas, sólo 2 o 3 lo hacen en coherencia con sus metas.

Un ciudadano acorralado por la escasez de productos, el hampa y la inflación requiere un liderazgo que le ayude a administrar sus emociones y repensar sus acciones y objetivos. En situaciones de incertidumbre social pareciera un error que la dirigencia exacerbe la cólera, la anarquía o el activismo epiléptico.

A los adversarios del gobierno les interesaría gestionar la crispación que existe en el país; entre otras cosas porque el agotamiento bloquea el entendimiento. El sujeto pierde la disposición psicológica y anímica para capturar y procesar ideas; se queda sordo y ciego, tal cual se encuentra Nicolás Maduro. Mientras la angustia y el escándalo dominen los días, los venezolanos no captarán un mensaje distinto al que ha posicionado el chavismo; en el mejor de los casos las personas echarán mano del escepticismo. Después de todo, también se ha comprobado que el sujeto fatigado elige de forma conservadora. Su tendencia es a mantenerse dentro de lo convencional, no arriesga.

En un escenario electoral el votante nervioso y abatido por las circunstancias se abstendrá o se inclinará por el estatus quo, antes que por otras propuestas. Por supuesto, su resistencia al cambio se incrementa cuando percibe que la oferta opositora es contradictoria y gaseosa. El electorado requiere una cierta dosis de calma para asimilar lo que en realidad ocurre: necesita internalizar que la revolución implosiona; a la vez, debe comprender que para transformar la situación en la que se encuentra deberá dejar atrás varias de sus convicciones y algunos afectos. Sobre todo, el ciudadano precisa renovar la fe en sí mismo y en el ejercicio de la política. De nuevo está obligado a creer que sólo con su participación será posible reconstruir una nación que está siendo arrasada por sus gobernantes.

 

Alexis Alzuru

@aaalzuru