En estos días sombríos que vive la República se acumulan sucesos que obligan a reflexiones profundas sobre el presente y el futuro inmediato. Dos de ellos están referidos a personas humanas, tan queridas como valiosas, desaparecidas físicamente pero siempre presentes en el recuerdo y en el respeto al importante legado que nos dejan.
La primera en fallecer fue la Hermana Francisca en Maracaibo. Ana Josefina Tobón, colombiana de nacimiento, pero con más de cuarenta años en Venezuela, fundadora y regente de la Casa de la Misericordia. Se trata de una institución especial, dedicada a lo que su nombre indica.
Me correspondió ayudarla para su inauguración y posterior desarrollo, bien como Gobernador en 1991, bien como entrañable servidor de la Hermana en todo cuanto fuera necesario. La quise mucho, como tantas personas y familias que tuvieron la fortuna de contar con su asistencia y permanentes oraciones.
Sin habernos repuesto de su fallecimiento, nos llegó la información de la muerte del gran amigo y compatriota Alberto Quirós Corradi . Golpe fuerte. No pude asistir ni al entierro, ni acompañar a la familia durante la cremación, por estar en Maracaibo por varios días.
Pero no logro recuperarme. Mucho se ha escrito sobre su vida y su obra en los diversos campos en los que dejó sello imperecedero, más allá del servicio cumplido en la industria petrolera. Consejero, asesor y excelente analista de la realidad diaria de todo lo cual dejaba constancia en su columna semanal de opinión.
Misión cumplida, podríamos decir. Pérdida irreparable para esta nación necesitada de hombres como Alberto y para quienes tuvimos la fortuna de ser amigos entrañables. Para Yolanda y los hijos, un fuerte abrazo solidario. El patrimonio humano del país sufre una importante baja.
De lo tercero hablaremos con más calma y serenidad. Se trata del señor Maduro, de su extraño peregrinaje de mendigo nacional, del terrible fracaso registrado y del creciente deterioro de su gobierno, del régimen y de la propia República. Un caso extremo de pena ajena y propia que obliga a replantear a fondo, la urgente necesidad de un cambio inaplazable.