Pocas personas en la historia más legendarias y rodeadas de mitos y conspiraciones que el campesino y curandero místico Grigori Rasputin, a quien entre otras cosas se le atribuye la caída de la monarquía rusa. Rasputin logró convertirse en una influyente figura en los salones de San Petersburgo antes de la Primera Guerra Mundial, convirtiéndose en consejero áulico y, algunos dicen, amante de la zarina.
Dentro de las leyendas que se cuenta se habla de que los poderes mágicos de Rasputin provenían en parte de su potencia sexual: desde hace 1 siglo se habla de su portentoso falo. Al parecer cuando el príncipe Felix Yusupov logró matar al “monje loco”, algo que fue sumamente difícil, también lo castró y su pene fue llevado a París.
Ahí el falo fue venerado como una reliquia, un emblema de tiempos pasados. Según el biógrafo de Rasputin, Patte Barham, la hija de aquél, María, descubrió en los 70 la existencia del miembro sacro de su padre y pidió que le fuera entregado. El miembro permaneció con ella hasta su muerte en 1977, cuando se confirmó que se trataba de un pepino de mar. Como todas las historias legendarias o los mismos mitos, esta historia tiene un twist.
El pene que se muestra en la foto está preservado en el Museo de Erótica de San Petesburgo, curado por el Dr. Igor Knyazkin, director del Centro para el Estudio de la Próstata de la Academia Rusa de la Ciencia, quien sostiene que es este el miembro verdadero de Rasputin, aunque para muchos el parecido con la genitalia de un caballo es inevitable.
Además, Knyazkin mantiene que los poderes mágicos de Rasputin siguen activos en el falo y con sólo mirar el prodigioso miembro las personas pueden curarse. No hay duda de que la fantasía que suscitó Rasputin sigue viva y mantiene su poder.
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