En 1998 Venezuela no era ciertamente un país perfecto. Había severos problemas. Legítimas demandas sociales y económicas de la población no fueron atendidas adecuadamente por el establecimiento político de entonces. Y esto ocurrió a pesar de las múltiples señales que advertían que el desastre era inminente. El “Viernes Negro” del 18 de Febrero de 1983, el “Caracazo” del 27 de Febrero de 1989 y el fallido pero sangriento golpe de estado del 4 de febrero de 1992 debieron ser señales suficientes en lo económico, lo social y lo político para que las élites políticas, sindicales, empresariales, intelectuales y comunicacionales de la época tomaran medidas para enfrentar la crisis y resolverla. No fue así, y el golpista frustrado de 1992 se convirtió en el presidente electo de 1998.
Pero esa Venezuela de 1998 además de problemas también tenía fortalezas: En esa Venezuela de 1998 se producía carne, pollo, leche, se ensamblaban vehículos y se fabricaban desodorantes y otros artículos de higiene personal. En esa Venezuela de 1998 había médicos en los hospitales y medicinas en las farmacias. Durante ese 1998 hubo en Venezuela menos de 5 mil muertos a manos del hampa, y eso se consideraba ya un escándalo.
16 años después, el balance de lo ocurrido está a la vista de todos: Para controlar la economía y domesticar a los venezolanos, haciéndonos a todos dependientes del Estado, el gobierno arruinó a la empresa privada. Invadieron haciendas, expropiaron empresas, obligaron al comercio a vender a pérdida. El resultado de esas “genialidades” es que hoy en Venezuela no se producen alimentos, ni medicinas, ni vehículos, ni nada. Y esto no es una “opinión” opositora, contrastable con la “opinión” del gobierno. Estos son hechos, que puede constatar cualquier venezolano cuando va al mercado. Si es que entra…
Durante un tiempo, esta criminal destrucción de la capacidad productiva del país se vio enmascarada por las importaciones que los altos precios del petróleo permitían. Hubo mucha corrupción e ineficiencia en todo eso (importaban comida y luego la dejaban podrir por toneladas en almacenes inadecuados, para luego enterrar la evidencia; importaban medicinas vencidas o a punto de vencerse, etc…), pero al menos había productos en los mercados: Leche ecuatoriana, carne brasileña, pescado nicaragüense, caraotas chinas, en fin. Pero había…
Pero también eso se acabó. Cuando murió Chávez la corrupción, que ya era rebatiña, se transformó en saqueo abierto. Al ser sacado del gobierno de Maduro, el funcionario que por más de una década fue zar de las finanzas públicas tuvo un repentino ataque de lucidez y denunció que empresas de maletín vinculadas a las mafias rojas habían robado 25 mil millones de dólares entre 2012 y 2013. Con lo monstruoso del monto, esa cifra es apenas una fracción de los 800 mil millones de dólares que entraron a las arcas del gobierno en los últimos 12 años y que desaparecieron por arte de magia, entre ineficiencia y corrupción, mientras en Venezuela los hospitales no tienen ni gasa y las escuelas no tienen ni maestros.
Ese es el trayecto histórico que nos coloca en este primer mes de 2015, que ayer finalizó. Como nunca antes en toda nuestra historia, los venezolanos estrenamos un año acosados por la angustia que es producto de la escasez, agolpándonos en las puertas de abastos, mercados y farmacias, en colas inmensas que duran días y noches, para comprar lo más elemental para comer o las medicinas indispensable para sobrevivir. Y es de esta manera como llegamos a Febrero, un mes de cuidado, un mes en el que han ocurrido en la historia reciente venezolana hechos que han dejado dolorosa marca en almanaques, memorias y familias.
Y cuando decimos “historia reciente” nos referimos a la muy, muy reciente: No se trata del 18F de 1983, o del 27F de 1989, o del sangriento 4F de 1992. Hablamos de apenas ayer: El 4F de 2014 el intento de violación de una estudiante en San Cristóbal generó una protesta de sus compañeros, exigiendo al gobierno seguridad. En vez de seguridad el gobierno les dio represión brutal, que dejó un saldo de seis estudiantes detenidos. En solidaridad con esos detenidos, el 12F de 2014 (Día de la Juventud) se produce una inmensa manifestación. Al final de la misma son asesinados tres jóvenes venezolanos: Bassil DaCosta, Juancho Montoya y Robert Redman, y aunque investigaciones posteriores han determinado que los autores de los disparos fueron sujetos vinculados a cuerpos de seguridad del Estado, todavía el gobierno mantiene presos al dirigente político Leopoldo López y a varios jóvenes acusándolos falsamente de supuesta vinculación con estos hechos.
Como en finales de los 80 y principios de los 90, hay ya suficientes indicios de que el colapso económico, la conflictividad social y la incapacidad de las estructuras políticas gobernantes para dar salidas razonables a la crisis determinan que haya una necesidad urgente de cambio en el país. Como ayer, las élites oficiales no atinan a dar respuesta correcta a una situación que en vez de corregir, agravan.
En efecto, es impresionante como ahora se repite, agravado, el guión del pasado: Tal como ocurrió después del Viernes Negro de febrero del 83, también ahora los grupos cercanos a los escenarios de toma de decisiones del gobierno en vez de trabajar para resolver la crisis se han puesto a sacar ganancia de la misma, a transformar la crisis en su negocio, a traficar con el acceso que tienen a información privilegiada y a las divisas. Tal como ocurrió en el Caracazo de febrero de 1989 con la universalmente condenada utilización del llamado “Plan Ávila” para reprimir con las armas letales de los militares una revuelta social, hoy voceros oficiales anuncian que usaran esas mismas armas para el control del orden público, y que eso les parece “hermosísimo”; Tal como ocurrió el 4F de 1992, los que entonces acompañaron un golpe de estado hoy vuelven a hablar del mismo tópico, sólo que acusando a los demás de incurrir en esa conducta que, paradójicamente, ellos “celebran” cada año como fuera una fecha patria.
Si el gobierno tiene la ceguera para repetir el mismo guión fallido y antiguo, allá ellos. Si no son capaces de ver como se dirigen al abismo que ellos mismos cavaron, allá ellos. Pero los ciudadanos no podemos repetir los mismos errores del pasado: Ni podemos incurrir en el muy costoso error de creer que la violencia traerá los cambios necesarios, ni podemos por desesperación salir de una situación muy mala para caer en otra peor. Está prohibido confundir “terminal” con “inminente”, está prohibido confundir “histeria” con “historia”. En esta muy grave hora venezolana la NUEVA MAYORIA NACIONAL, integrada por quienes siempre nos hemos opuesto al proyecto totalitario y por nuestros hermanos que recientemente se han decepcionado de esa estafa, tenemos que actuar UNIDOS, movilizándonos sin miedo y en paz, cohesionados en torno a un liderazgo democrático cuyos integrantes en vez de competir entre ellos deben competir todos juntos por el poder, con una visión compartida de la crisis y un proyecto de país común, para lograr el cambio en positivo que Venezuela necesita y reclama.
Unidad, paz, movilización, proyecto y cambio: Cinco palabras que resumen la actitud y conducta necesarias para detener la caída del país e iniciar su recuperación. Unidad, porque si no estamos unidos no calificamos como alternativa; Pacíficamente, porque solo en paz el pueblo unido puede mostrar su fuerza, inmensa en contraste con las minorías armadas y violentas. Movilizados, porque el ciudadano debe usar TODOS sus recursos en esta pelea (la protesta social y la lucha política, la calle y el voto). ¡Palante! ¡La Fuerza Es La Unión!