La “revolución” chavista, desde su nacimiento, en largo y extenuante estertor, esconde su ineficiencia en la excusa, la evasión y la intimidación. Ante el abordaje, de la realidad que presenta la grave crisis política, social y económica actual, que le estalla en la cara, dice que nada había cuando ella llega al poder, que nada estaba hecho, que el mundo empezó justo con su dios y emulador de las hazañas de Simón Bolívar, el comandante eterno y gran simulador, Hugo Chávez Frías. Es decir: “El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.” Esto, por supuesto lo dicen, sin una pizca de la magnífica literatura del narrador universal de Macondo, Gabriel García Márquez.
La revolución pareciera haber nacido senil y sin los conocimientos necesarios para gobernar. Sólo tiene memoria remota, olvida lo más reciente, por eso de manera sesgada, niega del todo, los logros y virtudes de la democracia instaurada desde 1958. Esto explica, el por qué omite y tergiversa, intencionalmente, parte de la historia venezolana reciente. Esta es su estrategia más contundente. Con ella, trata de esconder, a su pantagruélico fracaso “socialista”, aunado a la excusa y práctica de echarle la culpa, de sus errores, a otros. Además, en inaudita predisposición, elogia dictaduras, gobiernos totalitarios, a la pobreza esclavizante y sataniza, en contundente descarte, a la democracia. Su parasitismo es medrar de la pobreza y de la falta de ética de una minoría.
Este gobierno “revolucionario”, para sostenerse en el poder, usa como chivo expiatorio a los desaciertos y errores del pasado, sin dar innovadores aportes que puedan sacar al país de la actual situación. Solo señala, desmedidamente, contra la oposición y busca apresar al “chinito de Recado”. No sin antes recurrir al terrorismo de Estado (intimidación, fraude electoral, persecución, cárcel y crimen). Un ejemplo descomunal, es la forma como disparó contra la multitud que marchaba el 12 de febrero de 2014 con un saldo de 3 muertos. Ese día fatídico, caen en Caracas vilmente asesinados los jóvenes Juan Montoya “Juancho”, Bassil Alejandro Dacosta Frías y Roberto José Redman Orozco. Estos hechos despertaron la reacción e indignación de la población y de la juventud estudiantil del país, que durante los tres meses subsiguientes, arrojan un saldo, que pudo evitarse, de casi cincuenta muertos. Así, después del 12-F, el gobierno de Maduro, sigue disparando y difamando contra sus oponentes, haciéndolos culpables de una dudable “guerra económica”. Y para ello, sigue usando a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, a la policía Nacional Bolivariana y a sus grupos “revolucionarios” armados y rentados. Cosa grave, partidos que se ufanan de humanistas, como el PSUV, PODEMOS, PPT y demás partidos políticos oficialistas, jamás protestaron contra estos abusos y excesos de Nicolás Maduro y su gobierno. Se olvidaron de los DDHH. Se olvidaron, que quienes protestaban eran humanos, que eran en su mayoría jóvenes. En fin, desconocieron derechos constitucionales, sin más.
Es por ello necesario recordar que los venezolanos, amantes de las libertades democráticas, combatieron y combaten contra las dictaduras cruentas que venían imponiéndose desde los primeros cincuenta y ocho años del siglo XX. Por eso, ante la inminentemente pérdida de la democracia lograda el 23 de Enero de 1958, todos los partidos que conforman la MUD, los estudiantes y la población en general, prosiguen esta lucha, de manera denodada, contra la usurpación, la arbitrariedad y el despotismo de la “revolución”. En fin, la oposición lucha, política y constitucionalmente, contra una “revolución” que no demuestra, eficaz y fehacientemente, que ama a la gente, al país. Y que durante su dramática administración, de escándalo en escándalo, debilita a la economía, crea inflación y escasez, despoja a la población del bienestar social y cercena la libertad de prensa y libertades democráticas. De esta manera, los rojos se vanaglorian de su “socialismo”, sin enterarse que quebraron al país. Peor aún, siguen escondiendo la basura debajo de la alfombra.
Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]