Cristiano, fiesta intrascendente sobre el césped

Cristiano, fiesta intrascendente sobre el césped

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El filósofo Eugenio Trias, escribió una frase apropiada para la tarde que iba a vivir Cristiano Ronaldo: “en esta vida hay que morir varias veces para después volver a renacer”. El jugador portugués tenía noventa minutos por delante para ser el jugador que fue hace dos meses. Lo necesitaba después de la que, tal vez, ha sido su peor semana en el club blanco.

Desde que Cristiano llegó al Real Madrid en la temporada 2009/10, nunca había tocado el cielo para bajar al infierno en tan poco espacio de tiempo. En menos de un mes pasó de recoger el Balón de Oro a perder 4-0 en el Vicente Calderón con su polémica fiesta posterior de cumpleaños en un restaurante de la lujosa urbanización en la que reside, La Finca.

Su caída comenzó en el mismo instante en el que tocó el trofeo que tanto codiciaba. Su grito en Zúrich, posiblemente inapropiado y excesivo, puso su acción en el centro de los focos y aparcó a un lado el tercer Balón de Oro que ya luce en sus vitrinas.





También colaboró en ese descenso su evidente bajón físico y su aparente cambio anímico provocado por la rotura de la relación que mantuvo con la modelo rusa Irina Shayk. Su nerviosismo se vio en Córdoba, cuando se auto expulsó tras agredir a un jugador del conjunto andaluz.

La goleada del Atlético habría sacado los colores a todos los jugadores de Real Madrid, pero la fiesta de Cristiano centró casi todos los focos en el luso, que, con su cumpleaños, cerró una “tormenta perfecta” a un mes aciago para el luso.

El Deportivo era el rival que iba a ser testigo del plebiscito del Bernabéu. Hubo silencio en el calentamiento, silencio cuando por megafonía anunciaron el nombre del portugués y silencio cuando tocó sus primeros balones en el partido.

Iker Casillas fue el único criticado y el que se llevó la mayoría de los silbidos. Su falló ante el Atlético no sentó bien y, hasta que no hizo una parada de mérito al inicio del segundo tiempo, no pararon los pitidos. En algunas fases de la primera parte se mezclaron con aplausos de aquellos que veían una injusticia sobre el capitán blanco.

Mientras, Cristiano deambulaba por el campo con algo de ansiedad, lejos de su mejor estado de forma y con mala suerte en las pocas acciones en las que tuvo protagonismo. En su primera gran opción, intentó una chilena que arrancó algunos aplausos. No valió para nada, ya que el árbitro decidió que el centro de Gareth Bale había salido fuera.

Poco después mandó un zurdazo al larguero y en el minuto 21 cerró su carrusel de ocasiones en el primer acto con un fallo: no remató una pelota cuando estaba debajo de la línea de la portería de Fabricio.

Si en la primera parte fue prácticamente invisible, en la segunda estuvo desaparecido. Incluso llegó a escuchar algunos pitidos cuando mandó una falta al graderío del fondo norte. Estaba claro que no era su día como no lo fue en el Real Madrid en general.

Solo tuvo otro instante de lucidez, en el segundo gol de su equipo, obra de Karim Benzema, que aprovechó una precisa asistencia de Cristiano. Ese instante fue casi su único momento en el que fue feliz. En otras ocasiones lo es festejando infinitos goles, pero hoy se conformó con un buen pase a un compañero.

Pero aún así, continúa muy lejos de su mejor nivel. Perdió su primera ocasión para resurgir de las cenizas. Cristiano se encuentra en uno de sus peores momentos de forma desde que llegó al club. La frase de Eugenio Trías, esa que habla de renacer después de varias muertes, en el caso de Cristiano, futbolística, continúa:

“Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra”. Cristiano no inauguró ninguna nueva época, sigue perdido. Pero también la mayoría de sus compañeros. En estos momentos del curso, solo brilla Isco. Cristiano deberá esperar para acaparar protagonismo. La fiesta no la trasladó al césped. EFE