En las más elementales teorías sobre el desarrollo humano, una de las funciones que se le asigna al Estado es la de promover las condiciones de sustentabilidad de la sociedad y de los elementos que le sirven de base como son el crecimiento económico y la estabilidad política, cuyo fin último es alcanzar la mejor calidad de vida posible de todos sus ciudadanos.
Por eso cuando observamos el comportamiento del chavismo durante estos largos 16 años, entendemos por qué nos encontramos en la desastrosa situación que soportamos, por ahora. Y, de entrada, podemos detectar lo que está ocurriendo: el país está regido por un ente que, contrariamente a lo que podría esperarse de un Estado moderno, se trata de un Estado promotor de la vagancia, de la improductividad y de la violencia.
De la vagancia, que se estimula cuando innecesariamente se extiende por dos días adicionales el período vacacional carnavalesco entre escolares de todo el país, tenemos un gran rollo, por cierto heredado de ese gran “estadista” que a cada momento y según sus repentinas motivaciones ordenaba la paralización de país, sin mayores explicaciones. De esa vagancia ordenada por leyes y decretos presidenciales, sufrimos actualmente las consecuencias: un país industrialmente improductivo, por el aumento del ocio; una infraestructura comercial y de servicios sin nada que ofrecer, porque las fábricas y expendios son sometidos a condiciones de inoperatividad por razones donde, entre otras, predomina la reducción de la jornada laboral.
Y es tal el descaro del máximo responsable de tal situación que, con su típica cara lavada, ordena la detención de los propietarios de una cadena de productos farmacéuticos, porque encontró que un día domingo, faltaban cajeros en uno de sus establecimientos y ello generaba las imperdonables colas.
Pero además de la vagancia, el régimen chavista promueve en el país algo que es tan o mayor grave que lo anterior: la violencia, estimulada con el equipamiento de grupos armados que le han demostrado, hasta en lo más íntimo, el grado de peligrosidad que estos colectivos representan para el resto de la población. El régimen también promueve el odio hacia los sectores del país, venezolanos que han ofrecido su aporte a lo que ha podido lograrse en materia de desarrollo económico, quienes son irresponsablemente presentados como enemigos y frecuentemente fustigados.
Y al régimen también debemos atribuir la responsabilidad de lo ocurrido en el Municipio Sucre del Estado Miranda recientemente, donde siete unidades recolectoras de basura fueron incendiadas, simplemente porque el éxito de un eficiente alcalde de oposición reduce las posibilidades del PSUV de echarle mano a una alcaldía que cada vez se le aleja más, porque los venezolanos ya despertaron, y la pela que les espera en el próximo proceso electoral tendrá resultados de pronóstico; por lo que reafirmamos nuestro convencimiento de que será solo por ahora que nos calaremos ese tipo de régimen promotor de la vagancia y la violencia que soportamos.
Juan José Moreno A.
Twitter: @JJMorenoA