El inventor es un señor francés que responde al nombre de Christian Poincheval que decidió buscar una manera de que sus pedos olieran mejor porque estaba teniendo problemas. Por lo visto le costaba contenerse en público y solía apretar el culo contra la silla para que no sonaran, aún así el tufo salía a la luz en forma de horrible y apestoso mensaje.
Para colmo él y sus amigos son vegetarianos y ya saben ustedes como son los gases verduleros. Así que después de que le echaran de varios restaurantes y le obligaran a tirarse en paracaidas de un avión en pleno vuelo – saltaron las mascarillas de seguridad y todo – decidió encontrar una solución.
Y no solo eso, ¡las vende! En su propia página web “pilulepet.com” el hombre vende sus píldoras de olor a chocolate, rosas y violetas al módico precio de 10 euros. Lo que no se sabe es cuán seguras son esas pastillas y si la OMS tiene alguna opinión sobre el tema. Ni tampoco se sabe la duración del efecto, igual te tomas varias de golpe y tus pedos huelen a chocolate de por vida. Imaginad que todo el mundo toma eso, ya no sabrás si has entrado en una pastelería o en un lavabo público.
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