El asunto de las medidas tomadas por el gobierno de los Estados Unidos sobre el gobierno de Venezuela es parte de una sucesión de eventos entre ambas administraciones, en el que el último episodio lo llevó adelante Maduro con la expulsión de 90 diplomáticos norteamericanos de la Embajada de Venezuela, por estar presuntamente incursos en su supuesto golpe cuyo argumento aún no está muy claro.
Mientras tanto existe una realidad cada vez peor en las calles del país en la que procuran que nada se conozca y solamente sea relegada al olvido, porque el gobierno se siente en la potestad de exigir a la comunidad internacional que nadie mire ni diga “pío” sobre las irregularidades que se cometen a diario en Venezuela.
En el asunto Obama, si el gobierno de Venezuela se siente defraudado por la congelación de bienes a sus altos funcionarios por los reclamos por violación a los derechos humanos contra los ciudadanos de este país, pues que rompa definitivamente relaciones y tomen la decisión definitiva de dejar de vender petróleo a los únicos que lo pagan en efectivo, así como de importar la única gasolina que abastece las cada vez más limitadas estaciones de servicio venezolanas y caso resuelto. Sería buen momento para que el gobierno coloque su foco de una vez por todas en toda esta debacle económica que levanta protestas desde febrero del 2014, y deje de echarle la culpa de la crisis a todo, incluyendo su deseo reprimido de ser invadido por los norteamericanos.
Me niego como muchos venezolanos a ser obligado a caer en la trampa de la polarización en la pretensión de que ahora los venezolanos debemos tomar partido en la “guerrita”, o hacer surgir de nuevo el tema de los supuestos apátridas que aplauden la medida, contra los entrecomillados patriotas que cierran fila en torno a un nacionalismo absurdo e inexistente del presidente venezolano. Es sencillamente un vil chantaje contra todos los infortunios que hemos tenido que padecer.
La amenaza no viene de afuera sino de adentro: Un gobierno no puede pretender salirse de los parámetros constitucionales para terminar vejando y golpeando un pueblo que salió a la calle a protestar unas medidas económicas injustas por las que aún no ha recibido ninguna respuesta contundente sobre lo que pasará con nuestra economía.
No me vengan a exigir solidaridades automáticas con quienes en 16 años han expropiado empresas, fincas, corporaciones y fuentes de empleo que fueron construidos por el esfuerzo de varias generaciones de familias enteras, o despedido trabajadores públicos que ahora son acosados, o disparado contra los estudiantes universitarios que también son hijos de venezolanos, muchos de ellos aún encarcelados y otros lamentablemente llorados y sembrados. Los siete represaliados participaron en el arresto o procesamiento de personas que habían ejercido su derecho a la libertad de expresión.
No es un asunto externo sino de adentro el que hayan arremetido contra todo aquel que piensa distinto, o la siembra de miedos y odios con colectivos armados contra familias enteras que temen el crujir de las motos, o la orden de golpear dada por Cabello a los que se atrevan a quejarse en una cola por “metecasquillos”, o el secuestro sin previo juicio a alcaldes electos.
Hacer Patria no es obviar la escasez, la inflación, las colas, la exagerada dolarización del costo de cualquier cosa impagable para quienes devengan un sueldo mínimo de un dólar diario, ni haber fomentado una devaluación de casi 3.000% como la oficializada a través del Simadi. Los golpistas en todo caso están del lado en el que trancaron todo oxígeno a nuestra economía y que implementó una paralización en la entrega de divisas del 98% que deja al país en un estado catatónico mucho peor que cuando el paro del 2002.
Ningún gobierno puede fingir patriotismo con una sarta de medidas que solo arrecian los controles, la distorsión, la depredación y las especulaciones, dejando claro una cosa: el chavismo es chantaje.
Está claro que EEUU no va a resolver los problemas del país como lo resolveríamos nosotros, ni queremos que suceda, pero no podemos ofendernos porque el mundo ahora comienza a darse cuenta de las miles de muertes ocurridas a diario por un hampa desatada, 50 mil en los 2 años de mandato de Maduro, o que el Estado pretende darle forma legal a la resolución 008610, inventada por ellos mismos para disparar armas mortales contra las nuevas generaciones que buscan un futuro entre tanta represión, o los cientos de casos de corrupción que intentan ocultarse uno debajo del otro y que han desfalcado íntegra las riquezas de las arcas de la nación ante la complicidad de los países vecinos, mientras aún siguen despilfarrando el poco dinero que queda en viajes, lujos, pretensiones y gustos superfluos de una revolución cada vez más burguesa, banal y déspota.
Aún hay quienes esperan que cerca de 30 millones de rehenes venezolanos hagamos silencio patrio mientras esperamos el sonido del vacío con el aumento de gasolina, o esperemos a pleno sol que sean instaladas otras 20 mil máquinas captahuellas en supermercados con anaqueles vacíos y colas a reventar, porque es la única forma de administrar la escasez, la miseria y el hambre mientras la hegemonía comunicacional se encarga de ocultar todo este maltrato ciudadano.
El amigo Rubén Romero nos escribió recientemente que fue esa justamente la fórmula inventada por Fidel cuando llegó el hambre a Cuba. Él encarcelaba a los que protestaban y a pesar de los fusilamientos y las cárceles abarrotadas, las protestan no cesaban, hasta que faltó la comida y hubo que imponer racionamiento de productos y más tarde la libreta de racionamiento. Con estas medidas las protestas menguaron porque la gente estaba ocupada haciendo colas, ya no hubo preocupación por la escasez sino por administrar la escasez, lo que les ha permitido a los Castro 50 años de dictadura.
Aquí lo calcan todo a la perfección y mientras unos pasamos horas buscando comida y otros medicinas, está la realidad de quienes venden sus pocas pertenencias para costear una operación quirúrgica o la salida de sus hijos del país, o un nuevo funeral.
También hacen fiesta cada vez que EEUU toma una medida contra quienes violan DDHH e inmediatamente alertan: “El imperialismo nos va a atacar con los marines”, y comienzan a acusar a todos de injerencistas, pero Unasur se presta al juego de mover los vasos para que adivinen dónde está la bolita de las parlamentarias y nadie dice nada. Las parlamentarias son el nuevo chantaje. El gobierno solo gana tiempo con los trucos dilatadores de Unasur mientras el país se cae a pedazos y nos cocemos a fuego lento.
@damasojimenez