Ciertamente, una nación existe por sus ciudadanos (como los preferiría llamar Simón Bolívar); porque un país, como sinónimo de Estado soberano, tiene una integral entidad geográfica y política bien delimitada donde viven seres humanos que tienen derechos y deberes a partir de la unidad de los diferentes. Pues, quienes conforman a un país, no solo son sus iguales; también lo hacen los disímiles. Y todo nace, a razón de un pacto social, limpio de cualquier clase de discriminación y segregación.
El venezolano conoce que sus Padres Libertadores, mediante grandes sacrificios, increíbles hazañas, derroche de valentía en muchas y verdaderas batallas, arriesgaron y dieron la vida para entregarle a una madre patria libre y soberana. Por ello, Venezuela es madre de todos sus hijos sin distinción. Y, por supuesto, recuerda que Simón Bolívar, líder del equipo libertador, jamás robó ni hizo rica a su familia con los tesoros nacionales, al contrario, se desprendió hasta de sus propias riquezas.
Conocidas estas virtudes y, al ser comparadas con la crisis ético-política en que los rojos hundieron al país, los venezolanos comprenden que tienen que luchar para recuperar la tierra que los vio nacer, que esta es una lucha por las presentes y futuras generaciones, que es una lucha democrática y pacífica contra quienes, con el monopolio de las armas, secuestraron y hundieron en la miseria y el despotismo del siglo XXI, a la madre patria. Por supuesto, todos los valores enseñados por los Padres Libertadores, los convence, cada vez más, de que su lucha por las libertades democráticas, el bienestar social y el bien común, son justas y tienen asidero. Este sentimiento no se decreta, se vive. Es un sentimiento, que desde siempre, preserva a la nación y trabaja por la vida, por la libertad. Este amor y sentimiento venezolanista, sabe que un gobierno que busca la unidad del país y de su gente, genera paz y prosperidad. Por ello reprueba a los gobiernos de políticas parciales, que buscan dividir al país para que sus habitantes se maten entre sí. Entienden que estos tipos de regímenes no pueden legar un futuro promisor para sus hijos. La división y la muerte acaban con todo. Arrojan los carros de la venganza y del odio. Intensifican el dolor, el rencor, la venganza y la destrucción.
Los venezolanos usan este amor y sentimiento para defender a su nación. Todo este amor, todo este sentimiento es lo que en el fondo pide, transido por el dolor, Erick Roa, padre de Kluiverth Roa Núñez, el estudiante asesinado en San Cristóbal, cuando dice: “Mi hijo no era chavista, no era copeyano, no era adeco, mi hijo era mi hijo y tenía muchas ilusiones.” Este reclamo no está íngrimamente solo. Allí está el reclamo de la madre patria, de la Venezuela unida. Frases como estas, impactan al más insensible ser humano y, despiertan el sentido del famoso poema: Los hijos infinitos, del poeta Andrés Eloy Blanco: “Cuando se tiene un hijo,/ se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,/ se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga/ y al del coche que empuja la institutriz inglesa/ y al niño gringo que carga la criolla/ y al niño blanco que carga la negra/ y al niño indio que carga la india/ y al niño negro que carga la tierra.”
Ciertamente, los venezolanos, a causa de los últimos acontecimientos y de la actual crisis política, comprenden lo que es la fuerza de la unidad, saben que la ideología ni ningún partido político los puede dividir; puesto que, como defensores de los preceptos constitucionales y de derechos humanos, defienden la vida y las libertades democráticas. Están convencidos que son una sola y gran familia. El sentimiento que canta el poeta alcanza a toda la sensibilidad del pueblo que ama a sus hijos, a todos los hijos de la madre patria integra, entera y del mundo. Es una manera de expresar ¡Pueblo somos todos! Exclamación que nunca será artilugio ni armadura de algún aparataje sensiblero o político. Así lo expresa, más adelante André Eloy Blanco: “… cuando se tienen dos hijos se tienen todos los hijos de la tierra (…)/ Cuando se tienen dos hijos/ se tiene todo el miedo del planeta, /todo el miedo a los hombres luminosos/ que quieren asesinar la luz y arriar las velas/ y ensangrentar las pelotas de goma/ y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.”
Sí, muchos temen a los “los hombres luminosos”. La responsabilidad y credibilidad de un presidente es la de ser el primero e imparcial servidor público del país. Además de ser el primer administrador político, social y económico de la nación, debería entender que para garantizar la auténtica y real soberanía nacional, es necesaria la seguridad y defensa de cada poblador, de cada individuo. Para ello necesita estar descontaminado de exclusión, segregación y parcialidad política.
La impericia, la incapacidad de un gobernante empieza a delatarse a partir de su lenguaje. Un presidente de la República cuando se dirige al pueblo, su mensaje debería llevar compromiso, credibilidad y responsabilidad social. Por ello, el pueblo rechaza a gobernantes o funcionarios públicos, que irresponsablemente y sin preocupación se expresen como Nicolás Maduro: “En ese momento se produjo un hecho inverosímil: pasaron unos policías por allí, se enfrascaron en una pelea, dicen los policías que fueron rodeados y golpeados y atacados con piedras y uno de los policías accionó la escopeta de perdigones y asesinó a este muchacho.”
Ahora, ¿qué podrá decir de los cinco estudiantes asesinados con tiros en la cabeza? ¿Por qué estos horribles crímenes aparecen en distintas partes del país? ¿Quiénes asesinaron, de esta manera, a los estudiantes Julio Alejandro Adonis, Jhon Barrelo Ramírez, Yosmir Tovar, Luis Tovar, Luis Aranyi García y José Daniel Frías Pinto? ¿Quién de verdad los asesinó? ¿Maduro, dará ese mismo tipo de respuesta al país y a los padres de estos estudiantes asesinados? ¿Para eso es la Resolución 008610 del Ministerio de la Defensa, publicada en Gaceta Oficial el 27 de enero de 2015? Recuerden, que la madre más sensible, es la madre patria. La solución a la crisis ético-política, ético-social, ético-económica actual, será política. Nunca la cárcel, la tortura, el asesinato ni la guerra. Si un gobernante habla con imprecisa capacidad política y poca disposición para la concordia y la paz, dispara la bala del policía, del guardia nacional, del soldado, la de su militante y la del oponente.
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielmam@gmail.com