A principios del año, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, prometió que “Dios proveerá” luego que los precios del petróleo, la mayor fuente de ingresos del país, cayeron a la mitad agravando la recesión económica, la escasez de bienes básicos y la inflación más alta de América, reseña Reuters.
Sin embargo, Estados Unidos, su enemigo ideológico, podría ser el que provea al líder socialista en uno de los peores momentos para el movimiento “chavismo” gobernante.
Luego que la Casa Blanca impuso el lunes sanciones a un puñado de funcionarios venezolanos, Maduro tiene la excusa perfecta para elevar su retórica revolucionaria y aglutinar a sus correligionarios, calcando una táctica aprovechada hábilmente por su predecesor, el fallecido Hugo Chávez.
Una nueva lucha contra el enemigo del norte también podría ayudar a unir a facciones dispares del gobernante Partido Socialista y distraer a los venezolanos de las charlas diarias sobre los problemas económicos del país miembro de la OPEP.
Aunque el impacto sería de corto plazo, aún podría ser útil con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina donde, según encuestadoras, el Gobierno saldría derrotado.
“Estoy satisfecha con Maduro y más ahora que está poniendo mano dura”, dijo Macrina Seijas, costurera en Cacique Tiuna, una “ciudad socialista” encaramada en una colina aledaña a Caracas.
Al igual que muchos compatriotas chavistas, Seijas, una madre de 42 años, acusa a Washington de fomentar una “guerra económica” para derrocar a su gobierno y hacerse con el control de las mayores reservas de petróleo del mundo.
“A favor de Maduro”
Las sanciones de Washington le darían munición a Maduro para respaldar sus acusaciones de un sabotaje extranjero.
“Simplemente en términos de estrategia política esto juega a su favor”, dijo el experto en Venezuela David Smilde, sociólogo de la Universidad de Tulane.
Chávez, quien sobrevivió a un intento de golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en 2002, invocaba constantemente a su enemigo ideológico para impulsar el apoyo interno.
Pero para Maduro, un ex chofer de autobús sin el carisma de su predecesor, este escenario parece poco probable, incluso si las sanciones de Estados Unidos le ofrecen un rebote de su popularidad.
La prédica antiestadounidense todavía resuena en una región marcada por el apoyo de Washington a golpes de Estado durante la Guerra Fría, pero si la leche y las medicinas no aparecen en los anaqueles venezolanos, la estrategia de Maduro servirá de poco.
“Estamos de acuerdo con que se condene la injerencia imperialista”, dijo Gonzalo Gómez, dirigente de Marea Socialista, una facción disidente dentro del partido gobernante. “Con lo que no estamos de acuerdo es que se trata de ocultar la responsabilidad del gobierno”.
Por Alexandra Ulmer/Reuters