Casi nadie quiere a Netanyahu pero la aritmética le favorece

Casi nadie quiere a Netanyahu pero la aritmética le favorece

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La campaña electoral en Israel ha derivado en una operación de acoso y derribo multisectorial contra el primer ministro, Benjamín Netanyahu, a quien, sin embargo, favorecen la aritmética y la combinatoria para seguir estando al frente del Ejecutivo después del 17 de marzo.

A Netanyahu le están saliendo voces críticas desde todos los ámbitos, sin faltar los medios de comunicación e incluso ex altos mandos del aparato de seguridad y halcones de la derecha, en teoría los que más deberían apoyarlo, siquiera por mera afinidad ideológica.





El problema del primer ministro es que “ni él entiende a su electorado ni su electorado lo entiende a él”, como con cierta ironía plantea hoy en un editorial el diario “Yediot Aharonot”.

A la luz de los sondeos, los analistas israelíes coinciden en que la ciudadanía quiere un cambio, pero no está claro de qué tipo, ni siquiera si será posible por mor de la compleja aritmética parlamentaria que puede determinar que, en virtud de una conjunción de pactos, Netanyahu siga al frente del Ejecutivo.

Sin embargo, el electorado parece estar enviando señales de que no se siente muy feliz con esa opción, como están demostrando los sondeos, el último de los cuales -publicado ayer viernes por el Canal 10- apenas concede 20 escaños al derechista partido Likud, que encabeza Netanyahu, cuatro por debajo de la coalición de centroizquierda Campo Sionista.

De manera muy gráfica plantea la cuestión el diario “Haaretz” cuando señala: “¿Qué distingue la democracia de la dictadura? La posibilidad de cambio. En democracia, el líder es cambiado cada pocos años; en muchas democracias el jefe del Estado no puede ejercer durante más de dos mandatos”.

Netanyahu ha estado en el poder nueve años, divididos en dos periodos muy distintos -el primero entre 1996 y 1999 y el segundo desde 2009 y hasta ahora- un plazo de tiempo demasiado largo para el electorado israelí, para el que “el mero hecho de que se produzca un cambio es extremadamente importante”, señala el periódico.

Los responsables de campaña del Likud perciben que la permanencia en el Gobierno se les puede estar “escurriendo entre los dedos”, tienen la sensación de que “no hay entusiasmo” entre los votantes, los trabajadores del partido “están cansados” y no se llenan los lugares donde celebran los mítines, todo lo cual está causando “una sensación de pánico”, indica “Haaretz”.

Incluso antiguos y muy cercanos colaboradores de Netanyahu han manifestado ya públicamente su decisión de no apoyarle.

En este sentido, el exdirector del Shin Bet (servicio de inteligencia interior) Yuval Diskin, un muy estrecho colaborador de Netanyahu en otro tiempo, ha expresado su intención de votar por el Campo Sionista.

En un comentario insertado en Facebook, Diskin justifica su decisión con un argumento tan simple como contundente: el cabeza de cartel del Campo Sionista y líder del Partido Laborista, Isaac Herzog, “no puede ser peor que Netanyahu”.

Diskin señala que “de todos los fallos que ha cometido Netanyahu, el peor fue el enorme daño estratégico que supuso para Israel el deterioro de las relaciones con Estados Unidos”, en buena parte por la posición del primer ministro acerca del programa nuclear iraní (prácticamente un monotema en su política exterior) y su rotundo rechazo a la negociación entre Teherán y la comunidad internacional.

“Netanyahu ha fracasado en cada área clave y necesita irse a casa”, subrayó Diskin, quien recalcó que “Herzog no puede ser peor que Netanyahu. Solo puede ser mejor. Puede ser un líder que sabrá cómo reconstruir las relaciones de Israel” con Estados Unidos.

Por su parte, Dan Meridor, el varias veces ministro (entre otras carteras de la muy delicada de Inteligencia) y uno de los más conspicuos representantes de la derecha nacionalista, ha manifestado que todavía no sabe a quién votará, pero lo que sí tiene claro es que no lo hará por Netanyahu, a cuyas órdenes ha estado tanto tiempo.

Y sin embargo, las combinaciones que se desprenden de los sondeos siguen dando más opciones a la formación de un gobierno de derecha, articulado en torno a Likud y encabezado por Netanyahu, con el apoyo de varias formaciones ultranacionalistas y de los dos partidos ultraortodoxos.

Como apunta el “Yediot Aharonot”: “20 es el número mágico para Netanyahu. Si el Likud obtiene un número de escaños inferior, encontrará extremadamente difícil recuperarse de un fracaso semejante; si obtiene algo más, se le abren todas las opciones”. EFE