Son las 10:00 am y en las afueras de un supermercado del este caraqueño está a punto de armarse una trifulca. El pan de cada día: alguien intentó colearse y a quienes han estado aguardando a las puertas del comercio, desde antes que el día aclarara, por los productos escasos, la impotencia se les convierte en furia, en gritos, en alboroto. Cuadra arriba, la abultada fila se extiende. Es una multitud la que espera. El Tiempo
“Horrible”, “frustrante”, “humillante” son las palabras que más usaron catorce consumidores entrevistados por El Tiempo para describir la experiencia de hacer cola por bienes de primera necesidad.
María (quien tiene miedo a “las represalias del Gobierno” y por eso prefirió no revelar su nombre) contó que, a veces, cuando llega a casa sin nada, llora en silencio. Es una señora mayor, con los años marcados en un rostro surcado de arrugas y cabellos casi blancos. Vive con dos nietos a quienes mantiene y, sí, se las arregla como puede para que no les falte lo necesario: con frecuencia se escapa de su trabajo –es asistente odontológica– o llega tarde por ir a la caza de harina de maíz, papel higiénico o cualquier otro producto ausente de los anaqueles. “Es muy frustrante”, se lamentó.
Para leer más El Tiempo