Hoy 19 de marzo se cumple un año de la detención de Daniel Ceballos. “Volvería a decir las mismas cosas y defendería las mismas ideas”, actualiza el exalcalde del municipio San Cristóbal, quien pasa sus días en el Centro Nacional de Procesados Militares de Ramo Verde, en Los Teques. Desde allí pudo responder un cuestionario enviado por Diario La Nación, a través de sus abogados, así lo publicó La Nación
Daniel Pabón
Al final del manuscrito, fechado el 17 de marzo, Ceballos firma identificándose como “preso de conciencia de la dictadura”. La justicia lo acusa de rebelión civil y agavillamiento en el contexto de las, para unos, protestas sociales y, para otros, guarimbas desestabilizadoras, de febrero y marzo de 2014.
El ingeniero agrónomo, egresado de la UNET, que cumplió 31 años, en prisión, confiesa que estar bien mental y espiritualmente es lo que le permite sobrevivir y triunfar a esa circunstancia. “La mente domina sobre el cuerpo; mis pensamientos y anhelos de seguir luchando para alcanzar, junto a los tachirenses y la mayoría de los venezolanos, la igualdad, la libertad y la convivencia fraterna, son mi fortaleza y guía. Mi espíritu hoy está más cerca de Dios y me he aferrado a Él como jamás lo había hecho, he podido sentir su compañía en mi oración, y en Él encuentro todo para soportar esta dificultad y más”, se expresa de puño y letra.
-¿Cómo empiezan, cómo transcurren y cómo finalizan sus días?
-Voy a referirme a la rutina y las condiciones de reclusión, no sin antes expresar que este no es el fondo del debate en torno a esta injusticia. Parto del hecho verdadero, estoy preso por mis ideas y por mis palabras frente a un gobierno corrupto y represor; mi encarcelamiento ilegal, este secuestro para callarme es el problema de fondo; que por ejercer la libertad de pensamiento y el pluralismo político, alguien con poder quiera y pueda llevar a un venezolano a la cárcel sin haber cometido delito alguno; que no exista estado de derecho, que los poderes públicos no tengan independencia y estén secuestrados, donde la justicia es usada para este tipo de linchamiento. Estas son las raíces de la injusticia.
La celda está en el último piso del edificio, estoy solo en el piso y este edificio está aislado del resto de la población del penal; para llegar a mi celda deben abrirse siete candados de siete rejas, dudo que la custodia pueda atender con celeridad, de presentarse una emergencia, no hay ningún sistema de seguridad contra alguna calamidad o siniestro. La celda en la que estoy es un tigrito de 2,3 x 3 metros, unos 6,9 metros cuadrados, ahí recibo la visita exclusiva de mis familiares directos, ahí preparo mi comida y desarrollo mi actividad.
El día inicia con el ruido estridente de los candados para abrir los pisos y celdas, a las 6:00 am, y termina con esos mismos estruendos a las 7:30 pm., cuando nos encierran en las celdas; pasé los primeros cinco meses encerrado todo el día, recibí a mis hijos en la celda y eran encerrados conmigo. He pasado siete meses de aislamiento, sin visita y en tigrito; el último castigo (fue de 15 días), finalizó el 28 de febrero, por haberme resistido, junto a Leopoldo López, a una requisa (de un total de 12) del Digcim. Han violado nuestros derechos humanos, lanzado heces y torturado psicológicamente, no tenemos ni siquiera el trato de un preso, no tenemos derechos y sí discriminación. Incluso ya no dejan pasar ni siquiera libros; repito lo que dije en juicio: yo perdono a quienes nos torturan, la Venezuela por venir será de perdón y de encuentro.
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