Andrea Rodríguez se levantó a las 7:00 de la mañana de ayer y dejó a su bebé de un mes de nacido durmiendo en la colchoneta, lavó los corotos, le preparó tetero y cuando volvió al cuarto para darle de comer lo encontró morado y frío. Así lo reseña laprensalara.com.ve / Edy Pérez Alvarado
Corrió con el pequeño en brazos, entró al taller de madera de su madre, que está en la misma vivienda y le dijo: “mami, el niño se me murió”, al tiempo que lloraba y le entregaba el bebé a la abuela.
La señora, al sentirlo, dijo que estaba frío y de inmediato le ordenó a su hija que fuera al ambulatorio con el pequeño. Andrea volvió a cargar al niño, salió de su casa en el sector San Vicente.
“Mi niño”, gritaba la mujer y caminaba rápido, cuando le tocó subir las escaleras para llegar a la calle se sentó y siguió llorando. Un vecino salió, le quitó al niño e intentó reanimarlo al levantarlo, pero ya estaba muerto.
Andrea llegó al ambulatorio San Vicente que está a cuatro cuadras de su casa. Las doctoras le dieron respiración boca a boca, pero el niño no respondió.
En medio de los nervios decidieron llamar al Cicpc porque vieron al niño morado y pensaron que se trataba de maltrato físico, pero los expertos al examinarlo se dieron cuenta que no tenía signos de violencia y sospechan de una muerte natural.
La abuela del niño contó que el pequeño pasó la noche con ella. “Era mi consentido porque se parecía a mi hijo, el que me mataron en Carora”, recuerda la señora quien acotó que a las 3:00 de la madrugada de ayer el bebé se despertó llorando porque tenía hambre. La señora se levantó, cargó al niño y se lo llevó al cuarto de Andrea para que le diera teta.
Ella lo acostó a su lado, en la colchoneta, el niño comió y se quedó dormido. A las 7:00 de la mañana la niña de cinco años, también hija de Andrea, llegó al taller de la abuela y le dijo que su hermano de dos años estaba halando al bebé.
La señora entró, reprendió al niño, lo sacó del cuarto y despertó a Andrea que estaba dormida. Una hora después lo descubrió muerto. Andrea es drogadicta, pero quiere mucho a su tres hijos. “Ella nunca le pega a sus hijos”, asegura la abuela y vecinos lo ratifican.