Mientras su corazón palpitaba con fuerza y las balas volaban, el turista español Josep Lluis Cusido jamás vio con claridad a los hombres que se abrían paso a tiros por el museo del Bardo mientras él se escondía atrás de una columna. Sólo advirtió que el agresor más próximo a él era joven.
Cusido, alcalde de la pequeña localidad española de Vallmoll, nunca lo sabrá con certeza, pero probablemente el atacante que estaba a unos cuantos metros de él era Yassine Laabidi, de 20 años, el más joven de los dos agresores.
“Buscaban para ver cómo infligir el mayor daño posible. Vi un grupo de personas que estaba en el museo y se refugió en un salón… Los agresores se dirigieron a ese lugar y los ametrallaron a todos”, declaró el sábado Cusido a The Associated Press mientras intentaba ahogar un sollozo.
Después de que terminara su desayuno el miércoles en la mañana, Laabidi salió de su casa con el fin de dirigirse a su trabajo de entregas para un establecimiento local, dijo su padre Arbi a The Associated Press afuera de la casa de la familia en el barrio de El Omrane, en la periferia de Túnez.
Más tarde ese día se reunió con Hatem Khachnaui, de 26 años, y ambos mataron a tiros a 21 personas en el famoso museo —incluido un agente de seguridad que recientemente se había convertido en papá— antes de que murieran en un tiroteo con las fuerzas del orden.
En El Omrane —un sector pobre que es tierra fértil para los reclutadores de yihadistas— fue instalada una carpa de luto frente a la casa de Laabidi, donde la familia aún intenta comprender por qué terminó así el joven que dicen “gustaba de la buena vida”.
“Queremos saber quién lo transformó, quién le lavó el cerebro para que fuera a matar a personas inocentes. Tenemos que encontrar a las personas que envían a nuestros hijos a la muerte y están colocando a nuestro país a la deriva”, señaló Jaled, hermano del fallecido.
Anna Tounsia, vecina que conoce bien a la familia, dijo que lamenta la muerte del joven Laabidi y de las víctimas del ataque.
“Sí, mató a personas. Estamos tristes por quienes murieron, tristes por el agente de seguridad que pereció y dejó un hijo”, agregó. “Encuentren a la gente que hizo esto. Vayan a las mezquitas, vigílenlos”.
Las autoridades han dicho que Laabidi y Khachnaui cruzaron en diciembre la frontera hacia Libia para llegar a uno de los muchos campamentos de adiestramiento paramilitar que existen en ese país.
El sábado, 20 personas fueron detenidas en Túnez por sus posibles vínculos con el sangriento ataque en el museo del Bardo, según las autoridades.
La portavoz de la fiscalía, Sofiane Selliti, declinó abundar en detalles sobre las detenciones y sólo afirmó que hay una “evolución importante” en las investigaciones.
Para Cusido, quien ha regresado a España, el insomnio y los dolores de cabeza se convirtieron en su constante compañía, al igual que el recuerdo de la mujer acribillada a tiros a la que fue incapaz de ayudar.
“Fue alcanzada por las balas e intenté ayudarla, pero no pude y corrí para esconderme”, apuntó. “Hay escenas que temo permanecerán mucho tiempo en mi mente”.
Cusido acababa de llegar al museo con su esposa y otra familia cuando los individuos armados ingresaron. Mientras las balas rebotaban en las escaleras a medida que corría hacia arriba, el alcalde llegó al tercer piso, que ya estaba lleno de visitantes.
“Grité ‘terroristas, terroristas’ y los atacantes llegaron”, apuntó. “Algunas personas huyeron hacia diversos lugares, otras no alcanzaron a hacerlo y fueron asesinadas allí mismo. Fue una verdadera masacre”.
Cusido tuvo ánimo para un poco de humor sobre su terrible experiencia cuando describió a los atacantes.
“Por lo poco que vi —obviamente no iba a pararme para tomarme una foto con el celular cuando ellos venían— los terroristas eran jóvenes”, afirmó.
El atacante más cercano a él, al que vio con la mayor claridad, llevaba pantalón vaquero y una chaqueta o camisa negra, afirmó.
Igual que Cusido, las estadounidenses Gillian Grant y Carol Calcagni también subieron las escaleras y lo que más recuerdan es el terror y la confusión.
“Vi a alguien escondido. No tenía ni idea de quién sería. Es una persona buena o mala”, declaró Grant a The Associated Press desde la localidad de Sido Bou Said, a unos 20 kilómetros (12 millas) de distancia de Túnez.
En un momento, las turistas echaron un vistazo por una esquina y vieron a hombres armados vestidos de negro que les hacían señas a ambas.
“Teníamos que tomar una decisión. No sabíamos si eran los atacantes que disparaban contra todos o si eran de la policía”, dijo Calcagni, jubilada procedente de Hilton Head, Carolina del Sur, que visitaba a una hija que trabaja como profesora en Túnez.
Ambas estadounidenses dijeron que a raíz del atentado aumentó su afecto por Túnez. Mientras ambas mujeres y otros turistas eran conducidos lejos del museo después del ataque, los vehículos en los que viajaban fueron rodeados por una multitud que vitoreaba a los sobrevivientes. AP