El encanto de la revolución chavista se acabó, su falsa aureola de democracia se disipó y su disfraz de defensora de los pobres y de los desvalidos se cayó dejando a la vista lo que realmente siempre ha sido: corrupción, populismo y autoritarismo.
Atrás van quedando los tiempos cuando la oposición venezolana no encontraba ningún eco en la arena internacional, cuando el silencio cómplice y hasta las loas interesadas en los petrodólares venezolanos acallaban las voces de quienes gritábamos a favor de la libertad en Venezuela, de una democracia genuina y del bienestar de un pueblo que por mucho tiempo creyó genuinamente que la revolución chavista significaba un cambio positivo, pero que hoy con dolor se descubre engañado en una larga cola para comprar cuatro rollos de papel tualé y una bolsita de jabón para lavar la ropa.
Hoy la realidad es otra. Ya el gobierno venezolano no llega a las cumbres internacionales con la prepotencia que le daba la seguridad de salir airoso siempre, muy por el contrario, llega a la defensiva, con una imagen cada vez más deteriorada y con las miradas escrutadoras de cada vez más actores.
La Declaración de Panamá es un claro ejemplo de esto. 26 ex presidentes de varios países iberoamericanos, todos provenientes de distintos sectores del amplio espectro político ideológico, decidieron dar con firmeza un paso al frente y señalar al gobierno venezolano como el principal culpable de la degradación que sufre nuestra democracia, al tiempo que exigir la liberación de todos los presos y perseguidos políticos.
No es para nada despreciable que Felipe González, ex presidente de España por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y Fernando Henrique Cardoso, ex presidente de Brasil por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), decidieran sumarse activamente a los esfuerzos internacionales en pro de la liberación de los presos políticos en Venezuela.
Los esfuerzos y la constancia de los demócratas venezolanos comienzan a rendir frutos en la arena internacional. En este sentido, especialmente importante ha sido el papel que han jugado y seguirán jugando las víctimas de la represión y el autoritarismo del gobierno; me refiero a las esposas, hijos e hijas de todos nuestros presos políticos que, con constancia y bravura, han sabido pasar de la indignación a la acción y no han dado su brazo a torcer en procura de un objetivo muy claro: que se haga justicia.
Me ha tocado ser testigo de excepción de la noble lucha que día a día da Lilian Tintori a favor de la liberación de todos los que están injustamente presos. He visto en ella a la madre venezolana que con fuerza se levanta día a día para cuidar de sus hijos, y a la esposa valerosa e incansable que es capaz de ir hasta el fin del mundo con tal de que se haga justicia. He tenido el honor de acompañar y de apoyar a su familia en momentos difíciles, tal y como he acompañado a Leopoldo López desde sus inicios como alcalde de Chacao.
Es por eso, porque conozco de primera mano el temple y la determinación de quienes hoy luchamos por La Mejor Venezuela, que puedo decir que nuestra lucha podrá ser larga y tortuosa, que el camino podrá ser espinoso y lleno de peligros, pero que a pesar de todo estamos condenados irremediablemente al éxito, porque como una vez dijo nuestro Libertador Simón Bolívar “Dios concede la victoria a la constancia”, y aquí, lejos de resignación y entrega, hay lucha y determinación libertadora.
Venezuela será libre, democrática y prospera, de eso no me cabe duda