Es así como el primer trimestre del año vuelve a cerrar sin cifras oficiales de inflación (política de oscurantismo con el que se pretende ocultar la realidad), pero todo el mundo siente la imparable alza de precios en todos los productos. En este campo, a pesar de la ausencia mencionada de data oficial por parte del BCV en la materia, algunas personas e instituciones reconocidas ofrecen cálculos propios con cifras alarmantes. Es así como el CENDA, por ejemplo, reporta que la canasta básica familiar superó hace varias semanas los Bs. 30 mil mensuales, con lo cual el alza anualizada en este medidor supera ya el 100%. De igual forma, nuestro estimado amigo y reputado profesional de la ciencia económica Jesús Casique estima que la inflación acumulada en lo que va de 2015 puede estar rozando el 30%, estimación que proyectada a todo el año ratificaría el vaticinio de todos los economistas serios de que la inflación en 2015 superará el 100%. Esto último no sólo es confirmado por el Bank of America, sino que su más reciente proyección nos ubica en un aterrador 174% para este año, con lo cual Venezuela se adentra en la temida hiperinflación.
Pero la crisis no se queda allí. La escasez es la otra cara horrible de lo que vivimos los venezolanos. Ésta y la inflación se retroalimentan además simultáneamente. Los productos escasos suben de precio, entre otras cosas, porque la gente está dispuesta a pagar más por ellos cuando los encuentra, por un lado, y por el otro los consumidores compran todo lo que pueden cuando hay porque no saben cuando volverán a ver lo que consumen, pero también porque tienen la certeza de que será a mayor precio la próxima vez.
Pero la inflación no es la causa de la escasez, sino que lo es la sistemática destrucción del aparato productivo nacional con su ineludible repercusión en la oferta interna de bienes. La productividad nacional fue parcialmente sustituida por importaciones que se podían pagar con una abultada chequera petrolera, que hoy en día está tan menguada, que el Gobierno decide hasta limitar el miserable cupo electrónico de $300 al año, a ser usado ahora en 3 partes iguales; así como prohibir asignar dólares en efectivo a los viajeros mayores de edad que van al exterior. No obstante, la paradoja es que no elimina las tasas ficticias de Bs. 6,30 y Bs. 12,00, que explican buena parte del problema que tenemos. La insensatez es lo que impera.
Mientras tanto, la gente sigue haciendo las indignantes colas para conseguir lo que necesita y se somete a los humillantes mecanismos de las captahuellas, números de cédulas y hasta marcas en la piel para poder hacer mercado. La situación empeora sensiblemente y la prensa de fin de semana recoge que sólo quedan $ 2 mil millones de reservas líquidas, lo cual apenas cubre 2 semanas de importaciones.
No obstante lo anterior, la corrupción y desfachatez no tienen límite. El Gobierno decide emprender una expendiosa campaña en propaganda oficialista “nacionalista” contra USA mientras guarda silencio ante las burdas acciones de Guyana, a la par que también le regala a los Castro un cargamento de baldosas por casi $2 millones que bastante falta nos hacen para resolver los problemas de nuestro pueblo. Pronto también aumentará la gasolina, pero a Cuba le seguirá regalando petróleo.
Es indispensable que el país entienda y reaccione frente a lo que ocurre. No hemos llegado al fondo y siempre podremos estar peor. La conciencia nacional activa puede procurar un cambio constitucional.
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