Definitivamente Barack Obama demostró su verdadero liderazgo, su visión de largo plazo, de transformación y cambio que solo lo hemos visto con Kennedy. Un hombre innovador moderno que solo con una frase “mi país no será prisionero del pasado” retrató el arcaísmo latinoamericano de los acomplejados bolivariano que no solo son prisioneros del pasado sino usufructuarios de los rezagos autoritarios militaristas plagados de corrupción. En la Cumbre de las Américas vimos y pudimos constatar, porqué los Estados Unidos son una verdadera potencia, no necesariamente por la fuerza militar sino por la fuerza de las ideas, porque miran hacia adelante, hacia el futuro, por los valores de su propio sistema fundado en la verdad y la honestidad, sin que con ello queramos decir que no hay
corrupción aún cuando allí si se castiga, pero sí se fundamentan y defienden sus verdaderos valores democráticos, la separación de poderes que es la que genera controles y evita que la democracia degenere en estos autoritarismos abusivos, corruptos y periclitados, típico de los sistemas izquierdosos y a lo bolivariano que nos han retrocedido a un pasado y a una pobreza material y espiritual que ya habíamos superado.
Tristeza y pena ajena dio oír los discursos de estos representantes latinoamericanos, salvo algunas excepciones; por ejemplo, escuchar a la cacatúa del sur o la ignorancia y el absolutismo andino, ni para que hablar del paisano de Rubén Darío, en fin, resultó más bien una sorpresa, tal vez por cincuenta años de silencio e invisibilidad que no solo reconoció, para sorpresa de sus acólitos aliados, la grandeza de Obama y por lo tanto de su liderazgo, excusándolo del pasado del cual no ha sido responsable y por el contrario, quiere corregir.
Sorpresivamente vimos a un Raúl Castro mucho más actualizado, más centrado en los tiempos modernos con lo cual nos hace pensar y reconocer, porqué en verdad es la metrópolis de los bolivarianos e izquierdosos del continente. Definitivamente dos liderazgos se destacaron en la Cumbre de las América, el de Obama que con cinco palabras retrató el continente y el hasta ahora intangible y mudo Raúl Castro que dio un paso al frente. Los resultados de la Cumbre ya se veían venir, sin declaración política como era lógico y la evidencia de una América Latina que continúa prisionera de su pasado, sus prejuicios y solidaria con la violación de los derechos humanos y la corrupción, que precisamente son los valores que corroen sus estructuras políticas e institucionales y la tiene postrada al mejor postor.