Con este mismo título, el Centro Popular de Formación Ciudadana (CPFC) realizó la semana pasada un concurrido foro en el Colegio de Ingenieros de Venezuela, en el cual participaron como ponentes el Embajador Sadio Garavini y la Dra. María Teresa Belandria, ambos especialistas en temas internacionales y conocedores a fondo de la realidad del caso Guyana en relación a NUESTRO Esequibo.
Como es bien sabido, la justa y legítima reclamación de Venezuela sobre el territorio del Esequibo se mantuvo firme y tomó un nuevo aire a raíz del “Acuerdo de Ginebra”, logrado bajo el Gobierno de Leoni en 1966, con el cual el país mantuvo viva la controversia y su aspiración para lograr una solución negociada pero con sólido fundamento legal. Desde ese entonces, con mayor o menor intensidad, todos los gobiernos de la democracia mantuvieron una actitud nacionalista e inequívoca respecto al tema. De hecho, mi generación estudió geografía nacional con un mapa donde aparecía el Esequibo con rayas, sobre el cual decía claramente “Territorio en Reclamación”, y en los años 80 el tema hasta se convirtió en ícono popular cuando un famoso grupo de rock nacional puso de moda una canción que coreaba “el Esequibo es mío, es tuyo, es tierra venezolana…”
Pero esa posición histórica cambió bajo Chávez, quien en 2004 dio un giro público respecto al tema, expresando de manera abierta que no se opondría a que Guyana otorgara concesiones petroleras en ese territorio si eso contribuía al desarrollo de la región, lo cual hizo obviamente por sugerencia de Cuba y para ganarse el apoyo del Caribe, en función de su interés por tomar fuerza en el seno de la OEA. Con esta postura evidentemente la posición de Venezuela respecto a la controversia planteada se debilitó severamente, reforzando además la ventaja obvia de Guyana, siempre beneficiada por la situación de hecho, pero que aún así hasta ese momento se había abstenido de otorgar concesiones precisamente por la oposición de los gobiernos venezolanos anteriores.
Este hecho, que claramente constituye un punto de inflexión negativo para la pretensión histórica del país, ha sido sucedido por eventos recientes no menos graves. Es así como Guyana no sólo ha seguido otorgando concesiones petroleras a compañías transnacionales en la fachada atlántica del Esequibo, sino que ahora lo hace con el apoyo abierto y directo de todo el Caribe, e indirecto de USA, comprometiendo además cuantiosos recursos pesqueros de gran valor, más allá de las enormes reservas de petróleo liviano y gas que hay en la zona.
Pero el problema no termina allí. De hecho, lo más grave de lo explicado por Garavini y Belandria es que Guyana ha proyectado una fachada atlántica propia a partir de la costa del Esequibo que invade de manera inequívoca nuestro mar territorial y plataforma continental en la zona del Delta, lo cual constituye, sin duda, la amenaza más grave que se cierne sobre nuestro territorio en la actualidad.
Sin embargo, ante esta inaceptable actitud violatoria de nuestra soberanía, este Gobierno que se dice nacionalista no tiene una postura firme y clara. No hay campañas publicitarias para sensibilizar al país, ni se recogen firmas para que se deroguen las concesiones. Por el contrario, en un acto de vulgar entreguismo, el gobierno venezolano mira a los lados, y tan sólo se limita a mandarle carticas a las empresas que reciben las concesiones, en lugar de enviar contundentes notas de protesta al Estado que las otorga.
Decía la improvisada canciller de Maduro que le había “leído la cartilla” al Embajador de España en estos días. Esto, porque el Congreso de ese país (así como los de Chile y Colombia) recientemente exigió la liberación de los presos políticos en Venezuela. Para estos casos la canciller si habla de injerencia y violación de soberanía, pero es un manso cordero respecto a Guyana, que nos está arrebatando el territorio. Así de entreguista y antinacionalista es esta “revolución” que se envuelve en el tricolor nacional para adversar a sus enemigos ideológicos, pero no para combatir a los violadores de nuestro suelo. Eso es traición a la Patria.
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