Las pequeñas pirámides empinadas que se alzan de las colinas áridas del norte de Sudán se parecen a las del vecino Egipto, pero a diferencia de las de Giza, casi nadie las visita.
Las pirámides de Meroe, unos 200 kilómetros al norte de la capital sudanesa de Jartum, reciben escasas visitas a pesar de estar incluidas en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad. Las sanciones al gobierno del presidente Omar al-Bashir debido a los conflictos internos limitan el acceso a la ayuda exterior y las donaciones, a la vez que perjudican el turismo.
El sitio, llamado Isla de Meroe porque la rodea el lecho de un antiguo río, era la residencia principal de los gobernantes del reino de Kush, llamados los faraones negros. Las pirámides, entre seis y 30 metros de altura, fueron construidas entre 720 y 300 a.C. Las entradas generalmente apuntan al este, hacia el sol naciente.
Se trata de reliquias invalorables, con elementos decorativos que muestran las influencias egipcia, griega y romana, pero algunos arqueólogos en el siglo XIX arrancaron las puntas de oro de las pirámides y algunas quedaron reducidas a escombros, dijo el director del Museo Nacional en Jartum, Abdel-Rahman Omar.
En una visita reciente, un puñado de turistas y algunos camellos blancos recorrían el lugar, vigilado por unos pocos guardias. La industria turística sudanesa ha sufrido los efectos de las sanciones debido a los conflictos en Darfur y otras regiones. El gobierno de al-Bashir, que llegó al poder en un golpe islamista incruento en 1989, ha tenido problemas cuidar las antigüedades.
Qatar ha prometido 135 millones de dólares para restaurar y mantener las antigüedades, pero Omar dijo que Sudán recibe apenas 15.000 turistas al año.