De la ideología ramplona y estrecha del chavismo no se podía esperar otra cosa que una ruda anulación de las instancias gremiales y sindicales del país; de su legítima autonomía, libertad de acción y pensamiento, y contribución al bien común. Cada vez que vemos a Maduro reunido con grupos sindicales vestidos de rojo y autodenominándose chavistas, caemos más en la cuenta del daño y la agresividad con la que se comporta el socialismo frente a las libertades humanas, asociativas y laborales de los ciudadanos.
En el bagaje doctrinario de la democracia cristiana se pueden obtener los más nobles principios del derecho al sindicalismo. Rafael Caldera, líder que impulsó no sólo el derecho laboral en Venezuela sino también la Organización Internacional de Trabajadores (OIT), supo aplicar los valores de la Doctrina Social de la Iglesia, principalmente el principio de subsidiariedad, para servir al desarrollo de la actividad sindical y gremial en nuestra nación, de manera libre y desinteresada, sin provechos partidistas que asfixiarían el liderazgo propio, naciente en el mismo seno de estas instancias, para luego proyectarse hacia toda la sociedad, desde sus respectivos ámbitos de acción y frentes de lucha por la justicia social.
Pero no sólo Rafael Caldera. Recientemente recordábamos la conferencia del doctor Enrique Pérez Olivares titulada “Partidización, Gremialismo y Politización”. En ella se leen ideas proféticas como ésta: “Un gremio que protege agremiados que violan normas éticas fundamentales; un gremio que se hace ciego frente a los más espantosos grados de corrupción; un gremio que, porque tiene mucho poder social, impone sus reivindicaciones sin ninguna consideración hacia los otros sectores de la población, otros gremios y trabajadores no agremiados y sin ninguna consideración hacia las exigencias del Bien Común, es un gremio que pierde legitimad y, en consecuencia, su acción resulta también ilegítima”. Mejor diagnóstico del triste papelón del movimiento sindical y gremial del chavismo, imposible.
De esa noble y legítima lucha por el bien común propulsada desde el sindicalismo, es claro que podríamos tener a un legítimo presidente obrero, con una visión sólida, integral -no ideológica- y justa de la persona humana, y sobre todo a un buen demócrata. No sería un caso inédito en la historia. El líder polaco Lech Walesa fue activista sindical y defensor de los derechos humanos; provino de la federación sindical autónoma e independiente de Polonia, ganó el nobel de la paz en 1983 y la presidencia de su país en 1990. Sus varios títulos de doctor “honoris causa” no son una bofetada a la academia y a la democracia en su país, muy por el contrario la enaltecen mundialmente..
Para conmemorar el día de San José obrero, todos debemos acompañar a nuestros trabajadores independientes, agrupados en gremios o sindicatos, en la movilización que propongan para este 1 de mayo. No vamos a apoyar un aumento salarial fraudulento e insuficiente. No marcharemos con consignas de lucha de clases, y mucho menos con sentencias denigrantes de la empresa privada, fuerza empleadora indispensable de todo país. Vamos, simplemente, a sumar nuestras voces al clamor nacional que exige, en estas horas, nuestro pueblo: ¡Justicia! ¡Libertad!
@mercedesmalave