Se vuelve a poner de moda la discusión que deshoja la margarita: ¿me voy o no me voy? Empresarios, tuiteros, opinadores, profetas y equilibrantes asoman posturas. Los venezolanos que han emigrado se ponen muy susceptibles con el tema y frente a ellos, los osados se atreven a santificar un derecho adquirido entre los que nos quedamos por encima de los que se fueron. Venezolano es venezolano, donde quiera que esté, empecemos por allí y ni la distancia ni la cercanía expiden reconocimiento alguno de supremacía. La migración contemporánea es un fenómeno de gran complejidad en la que el mundo se debate. Quiero mi dosis de prosperidad, proclaman balseros y egresados del MBA. Según Saskia Sassen los migrantes aspiran a conquistar su ciudad global, única y diferente.
Lo que hace particular la migración venezolana de la última y desgraciada era es que es calificada y con las mejores herramientas otorgadas por la democracia estelar que tuvimos y despreciamos entre 1958 y 1998. A esta preparación se agrega el “estar pilas” que invoca cualquier nacional con conciencia precisa de su condición. Es una desgracia para un país este abandono del que no podemos asegurar su retorno. La conclusión no es fortuita. De entre el 1,5 y 1,8 millones de venezolanos fuera de las fronteras apenas están inscritos en el registro electoral unos 103.000. Eso significa que los no inscritos renunciaron a ser factores de cambio a pesar de que el cordón umbilical se mantiene por las redes.
A pesar de lo que sostengan incrédulos y morisqueteadores de todo pelaje, votar sigue siendo imprescindible. Y por aquí estamos los súbditos de la chimbocracia. De acuerdo con las cifras, más de 1 millón de jóvenes menores de 20 años y mayores de 18 no se han inscrito en el registro electoral. No sé si habrá que componer un reguetón para que terminen de hacerlo. Todas las encuestas dan por favorita a la MUD a pesar del cortocircuito poblacional y los manejos estadísticos de los técnicos zigzagueantes de último minuto. La oposición democrática tiene ante sí su mayor destino evidente de los últimos años. Nuestro jefe de campaña es el gobierno con sus revolcones y su promesa de hombre nuevo que no pasa de feto debutante con más de 15 primaveras. No sé si también haya que arreglar una cancioncita a los padres de tanto rezagado. Parecen olvidar que la ciudadanía empieza en la casa. La única democracia participativa es la del compromiso con el país, estemos donde estemos, superándonos para no volver a ser esquilmados por los estafadores y vendebiblias de un pasado inminente. Por favor no sigamos despreciando el futuro que nos aguarda.
@kkrispin