Hace año y medio Laura Vieira entendió que el amor y la bondad que transmite un bebé es inagotable y, en su caso, esa bendición fue multiplicada por tres. Panorama
La rigidez con la que alguna vez quiso planificar su vida y ese “egoísmo” de centrarse solo en su ser, típico de quienes no han sido padres, se terminaron cuando dio a luz a Sofía, Samuel y Moisés, los trillizos que logró concebir después de casi diez años de intentos.
“Es un sueño realizado después de mucho tiempo de búsqueda. Quienes me conocen saben que pasé años intentando ser madre y acudí a varios tratamientos de fertilización asistida para lograrlo. Al hablar de ello abiertamente he podido alentar a muchas muchachas que están pasando por ese trance”, expresa la animadora y gerente de relación con los medios, de Venevisión.
“Ser madre cambia la vida, las perspectivas. Es una responsabilidad tremenda, pero repleta de innumerables satisfacciones”, agrega.
Su casa, su rutina, sus prioridades, todo revolucionó, y ella se ha encargado de documentarlo, “sin poses, ni frases hechas y de manera jocosa”, a través de su cuenta en Instagram @lauravieirav.
“Cuento a diario lo frenético y adorable que es tener tres bebés revoloteando en casa. Ser madre primeriza, y de trillizos, ha significado una vorágine de conocimientos, de lecciones. Ahora tengo a cargo a tres personitas completamente distintas y con necesidades diferentes. Ellos me enseñan a diario que la vida no se puede planificar tan rígidamente como yo pretendía hacerlo antes. Los bebés son mágicos ¡y yo tengo tres pequeños magos en casa!”.
Para educar a los hijos, considera que lo ideal es el regreso a lo tradicional y básico. “En este mundo tan convulso en el que vivimos, donde la presión social por ser popular, ‘el más cool’, es mayor; es importante inculcar el respeto a las diferencias, la tolerancia y la honestidad. Los valores y la moral nunca pasan de moda”, acota.
Laura dice que sus niños llegaron para hacerle sentir la mujer más especial del mundo. “Cada pequeño logro de ellos, cada sonrisa que me regalan cuando estiran los brazos para que los cargue, me demuestra que son los pequeños detalles los que, al fin y al cabo, nos hacen más felices”.