El fenómeno de “El Niño”, un calentamiento de las aguas del Pacífico, vuelve a ser, al igual que en 2014, un factor clave en la menor actividad ciclónica prevista para el Atlántico esta temporada, que arranca oficialmente hoy, destacó a Efe un meteorólogo estadounidense. EFE/Emilio J. López
Si bien “El Niño” determinó una temporada “relativamente tranquila” en 2014, es este año cuando se encuentra en “completo desarrollo”, según precisó Lixion Ávila, meteorólogo del Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Estados Unidos.
Los vientos cortantes y los patrones de presión atmosférica causados por “El Niño” tienden a inhibir el desarrollo de huracanes en la cuenca atlántica, pero, como advirtió Ávila, “solo hace falta un huracán” para que el efecto pueda ser devastador y catastrófico para la población.
Así sucedió en 1992, temporada en la que solo se predijeron siete tormentas, pero el poderoso huracán de categoría 5 Andrew, con vientos de más de 252 kilómetros por hora, barrió las ciudades floridanas de Homestead y Florida City.
El cómputo final: 15 muertos, 25.500 casas destruidas, daños a otras 100.000 y 25.000 personas sin techo, además de destrucción por valor de 25.000 millones de dólares.
“Fue el peor desastre natural que se ha producido nunca en el sur de Florida”, puso de relieve el científico.
E insistió en un mensaje: “Hay que estar preparados y tener un plan de emergencia. Hemos tenido un par de años con menor actividad, pero esos son ciclos que van y vienen”.
Según los pronósticos publicados el pasado 27 de mayo por la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EE.UU. (NOAA), se prevé la formación de 6 a 11 tormentas tropicales, de las cuales entre 3 y 6 derivarían en huracanes, cuando en una temporada promedio se forman 12 tormentas y 6 huracanes.
Florida se ha librado en los últimos diez años del impacto directo de un huracán. El último que azotó el sur de la península fue Wilma, en 2005, lo cual puede crear una falsa sensación de seguridad entre la población, un error sobre el que alertan las autoridades.
También se cumple en agosto próximo el décimo aniversario del paso del devastador huracán Katrina, considerado el desastre natural más costoso en la historia de Estados Unidos. Katrina se cobró la vida de 1.833 personas y causó daños por valor de 108.000 millones de dólares, tras golpear en 2005 el sudeste de Luisiana.
Los últimos dos años han sido de poca actividad ciclónica. En 2014 se registraron solo dos huracanes (ninguno de categoría mayor), y la temporada de 2013 fue la más tranquila desde 1994, con solo dos tormentas convertidas en ciclones de categoría 1.
Sin embargo, Ávila instó a la población, especialmente a los que residen en zonas costeras, “cerca de la playa”, a que “sepan qué hacer y tengan un plan de evacuación”, si se aproxima un huracán, y “no se dejen llevar por el pánico”.
En abril pasado, los meteorólogos de la Universidad Estatal de Colorado (CSU) predijeron la formación de siete tormentas tropicales y tres huracanes, de los que al menos uno se convertiría en ciclón de categoría mayor en la escala de intensidad Saffir-Simpson, de un máximo de 5.
De hecho, los expertos de esta institución académica prevén que la temporada de huracanes en la cuenca atlántica sea una de las “menos activas” desde mediados del siglo XX.
Basado en el promedio registrado entre 1981 y 2010, una temporada de huracanes normal es aquella en la que se forman 12 tormentas tropicales y 6 huracanes, de los que tres alcanzan la categoría mayor.
Este año, la tormenta Ana se formó el pasado 8 de mayo e inauguró antes de lo habitual la temporada de ciclones en el Atlántico, que concluye el 30 de noviembre.
Los próximos cinco nombre de tormentas para la cuenca atlántica son: Bill, Claudette, Danny, Erika y Fred.