Si queremos tener un mejor país, debemos cambiar nosotros mismos, en nuestro interior y la mayoría de las veces, esa es la empresa más complicada. ¿Eres capaz de saludar y brindar los buenos días a todas las personas con las que te cruzas durante el día de hoy?, ¿puedes pasar el día completo sin pensamientos negativos sobre ti, tu futuro y tu destino?. Algunos comportamientos, aparentemente sencillos, pueden convertirse en verdaderos retos personales.
Lo cierto es que hay muchas circunstancias externas que cada día nos afectan en mayor o menor medida, pero tenemos la libertad y hasta el derecho de decidir cómo vamos a actuar en consecuencia y cuánto vamos a permitir que nos afecten. En lugar de responsabilizar a nuestro entorno, a la situación política, económica, o familiar de lo que nos hace sentir contrariados, debemos responsabilizarnos en las acciones y actitudes que tomamos respecto a esa situación y cómo la vamos a transformar en oportunidades.
En Venezuela todavía no hay sistemas de reciclaje de desechos, se estima que cada día cada habitante de esta tierra produce un kilogramo de desechos. De manera que cada año nuestra hermosa tierra se hunde entre toneladas de basura que salen de nuestras ciudades. Y no hay un moderno sistema de tratamiento. Aceleradamente contaminamos nuestro entorno.
No está en mis manos mejorar el problema de toda la basura de toda Venezuela, pero sé que desde mi entorno es mucho lo que puedo hacer, de manera que, además de tomar medidas de reciclaje en el interior de mi hogar, desde el Concejo Municipal de Baruta, estamos creando conciencia ambientalista en los niños escolares del municipio, a través de un concurso de arte con material de reciclaje que ya tiene seis años sembrando el conservacionismo y la cultura ambiental en los niños baruteños.
Cada año, centenares de obras hermosas, creadas con material de desecho, realizadas por pequeños de edades comprendidas entre los 9 y los 14 años, me demuestran que una idea puede germinar si hay la determinación para hacerlo y se unen voluntades en torno a ese proyecto. Ahí radica el poder de cada uno para cambiar su propio entorno.
Los ciudadanos organizados tienen un poder que muchas veces no ha despertado. Se origina cuando se toma conciencia en que cada quien es el verdadero dueño de su destino, y responsabilizarse por él. Ser proactivo debe volverse un hábito, casi un deber, para asumir que todos podemos sentirnos responsables de nuestro futuro y que una vez que unimos pequeñas iniciativas podemos cambiar nuestro entorno. Aunque se trate únicamente de inculcar valores en nuestros hijos, nietos o tomar la determinación de ser más amable y feliz cada día de nuestra vida, sustituyendo las dudas o temores en proyectos de acción.