El culto a la violencia y una macabra obsesión por la muerte han sido el signo de esta mal llamada revolución bolivariana y en buena medida, esa práctica perversa explica la tragedia que hoy vivimos en Venezuela. ¿Cómo olvidar aquella frase “Patria, Socialismo o Muerte” que hasta los militares repetían de manera vergonzosa? Paradójicamente la providencia optó por la última alternativa y hoy –sin patria, ni socialismo- el mentor de este infortunio yace en el Cuartel de la Montaña. Sin embargo, no aprenden que “la lengua es el castigo del cuerpo”. Ahora, en medio de esta inmensa crisis que agobia a la Nación, Nicolás Maduro le dice a los venezolanos que se preparen para “un tiempo de masacre y muerte, si fracasa la revolución”. ¿Qué significarán para este irresponsable los 24.673 homicidios que se registraron en el 2014 como consecuencia del fracaso de su gobierno en materia de seguridad? ¿Cuántos muertos tendremos como resultado de su fracasada gestión hospitalaria y del colapso del sistema de salud? El Presidente se confiesa “muy sensible” ante el asesinato del Diputado Robert Serra –cosa que lamentamos- pero se muestra absolutamente indolente ante el dolor que enluta a miles y miles de familias venezolanas. Al contrario, Maduro se prepara para utilizar ese crimen en particular como trama de su nueva novela, utilizarán a Robert Serra como un vulgar trapo rojo. Así paga el diablo a quien le sirve.
El gobierno -es decir, el poder cubano- cree que la gente votará por ellos para evitar la supuesta masacre, apuestan a la posibilidad de atemorizar a la población. Eso les ha funcionado antes pero esta vez se equivocan: cuando un pueblo decide cambiar, su fuerza es indetenible. Y la verdad es que cuando Nicolás Maduro amenaza con “un tiempo de masacre y muerte”, en realidad muestra su tremenda debilidad. Se trata de un gobierno con un inmenso rechazo, con el sello del fracaso en la frente, incapaz de generar confianza y en consecuencia, de ofrecer soluciones a la población. Mientras ese sea el mensaje del Presidente, la profundización de la crisis es inminente pues propicia mayor inseguridad, aleja las inversiones y ratifica su incompetencia. No es solo una frase infeliz que retrata su desespero, sino que además reafirma la necesidad de cambio y abre espacio a una oposición responsable que ofrece justamente lo contrario: paz, seguridad y progreso.
La escasez y la brutal inflación que atormenta a los venezolanos, son consecuencia de una política económica primitiva que manipuló a los trabajadores con el cuento de la Dictadura del Proletariado; satanizó al mercado en pleno siglo XXI, cuando hasta el comunismo chino lo reconocía; utilizó las expropiaciones como arma política y como mecanismo de enriquecimiento de la cúpula gobernante; hostigó a los sectores productivos hasta cerrar el 60% del parque industrial y desolar los campos; todo este descalabro fue condimentado con la violencia y la muerte como un ritual de la revolución e instrumento para el chantaje. Hoy nadie se come ese cuento, el país rechaza la violencia y espera que las parlamentarias sean la oportunidad para un cambio en paz y en democracia. De esta no te salvas, Nicolás.
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