El gobierno -es decir, el poder cubano- cree que la gente votará por ellos para evitar la supuesta masacre, apuestan a la posibilidad de atemorizar a la población. Eso les ha funcionado antes pero esta vez se equivocan: cuando un pueblo decide cambiar, su fuerza es indetenible. Y la verdad es que cuando Nicolás Maduro amenaza con “un tiempo de masacre y muerte”, en realidad muestra su tremenda debilidad. Se trata de un gobierno con un inmenso rechazo, con el sello del fracaso en la frente, incapaz de generar confianza y en consecuencia, de ofrecer soluciones a la población. Mientras ese sea el mensaje del Presidente, la profundización de la crisis es inminente pues propicia mayor inseguridad, aleja las inversiones y ratifica su incompetencia. No es solo una frase infeliz que retrata su desespero, sino que además reafirma la necesidad de cambio y abre espacio a una oposición responsable que ofrece justamente lo contrario: paz, seguridad y progreso.
La escasez y la brutal inflación que atormenta a los venezolanos, son consecuencia de una política económica primitiva que manipuló a los trabajadores con el cuento de la Dictadura del Proletariado; satanizó al mercado en pleno siglo XXI, cuando hasta el comunismo chino lo reconocía; utilizó las expropiaciones como arma política y como mecanismo de enriquecimiento de la cúpula gobernante; hostigó a los sectores productivos hasta cerrar el 60% del parque industrial y desolar los campos; todo este descalabro fue condimentado con la violencia y la muerte como un ritual de la revolución e instrumento para el chantaje. Hoy nadie se come ese cuento, el país rechaza la violencia y espera que las parlamentarias sean la oportunidad para un cambio en paz y en democracia. De esta no te salvas, Nicolás.
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