El nuevo interés de Cuba en el capital extranjero tiene sus límites, como lo ha descubierto Philippe Pouletty.
El médico francés, fundador de la empresa de biotecnología Abivax, está trabajando en estrecha colaboración con el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba para promover una vacuna terapéutica contra la hepatitis B crónica que podría aterrizar en el mercado asiático en dos años y luego en Europa.
Pero cuando propuso la idea de colocar una empresa en la bolsa de valores en el mercado paneuropeo Euronext con el Estado cubano como accionista, resultó claramente demasiado, demasiado pronto.
“Le dije medio en serio y medio en broma, que tenía una propuesta capitalista”, dijo Pouletty en una conversación con Fidel Castro Díaz-Balart, asesor científico y el hijo mayor del líder revolucionario cubano, Fidel Castro.
“Su respuesta después de más de 30 segundos fue, que eso es realmente muy interesante, pero si usted quiere que lleguemos a un acuerdo rápidamente, ese no es el camino más rápido. Es un par de años antes de tiempo”, recordó.
Abivax acordó comprar por adelantado a Cuba las vacunas a un precio predeterminado y pagar regalías cuando el producto esté en el mercado.
La experiencia de Pouletty ofrece un vistazo a la mentalidad de la Cuba Inc.
Convencido de que el país necesita capital, los líderes cubanos le están dando la bienvenida a los negocios bajo una ley de inversión extranjera aprobada hace un año, pero quieren un estricto control sobre el ritmo del cambio.
El interés de las empresas de Estados Unidos en Cuba se ha disparado desde diciembre, cuando los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro, anunciaron que trabajarían por restablecer las relaciones diplomáticas tras décadas de hostilidad.
“En la mañana de 17 de diciembre, Cuba era todavía una palabra que se escuchaba en voz baja en los círculos de negocios de Estados Unidos. Por la tarde, la mitad de las empresas estadounidenses estaban hablando de formar un equipo para Cuba”, dijo Mark Entwistle, un ex embajador de Canadá en La Habana y que ahora es socio del banco mercantil Acasta Capital que asesora a empresas interesadas en invertir en Cuba.
Entre los estadounidenses que han visitado recientemente a Cuba se encuentran ejecutivos de las empresas JetBlue Airways Corp, Pfizer Inc y MasterCard Inc.
La mayoría de las empresas estadounidenses siguen bloqueadas debido a los 53 años de embargo comercial que Washington aplica a La Habana.
Obama ha flexibilizado algunas de sus medidas a las importaciones, los viajes y las telecomunicaciones, lo que ha permitido negocios pequeños como que Netflix ofrezca películas por Internet en Cuba y Airbnb ponga en la red ofertas de alquiler de viviendas de residentes cubanos en la isla.
Si Obama puede convencer al Congreso controlado por los republicanos de terminar con el embargo, las compañías estadounidenses tendrían libertad para hacer negocios en Cuba, a pesar de que todavía se enfrentan a obstáculos considerables, como la burocracia, un sistema judicial impredecible y un mercado laboral fuertemente controlado.
La queja principal de las empresas extranjeras es que tienen prohibido contratar y despedir a empleados directamente y deben usar como intermediarios a las agencias de empleo del Gobierno.
Muchas empresas extranjeras han prosperado en los últimos años. Administran hoteles y construyen barcos, refinan petróleo, elaboran embutidos. Otras tienen participación en empresas de agua, cerveza, refrescos, ron y cigarros.
Tal vez ninguna ha invertido tanto en Cuba como la canadiense Sherritt International, que tiene negocios desde 1992 y ha generado el 73 por ciento de sus ingresos de 1.136 millones de dólares canadienses en el 2014 de negocios relacionados con la isla.
Sherritt extrae níquel en Cuba y refina en Canadá como parte de una sociedad en partes iguales con el Gobierno cubano. Y produce 20.000 barriles diarios de petróleo que vende a Cuba y, además, tiene un tercio de participación en una empresa mixta de electricidad.
Incluso en una actividad expuesta a las oscilaciones de los precios de los productos básicos, Sherritt dice que siempre ha obtenido un beneficio o al menos el equilibrio en el negocio de níquel.
“Les diremos a los demás que Cuba es un gran sitio para hacer negocios”, dijo Sean McCaughan, vicepresidente de relaciones con los inversores de Sherritt, pese a que el embargo impide a los ejecutivos de la empresa poner un pie en Estados Unidos y la compañía no puede participar en los mercados de capitales de la mayor economía del mundo o embarcar en sus puertos.
Otras empresas han fracasado estrepitosamente y se han visto obligadas a abandonar la isla o sus ejecutivos han terminado en la cárcel y con sus bienes confiscados. Acusaciones de sobornos menores pueden llevar a las personas a prisión.
Y al menos un multimillonario del sector de bienes raíces no volvió impresionado de un reciente viaje a Cuba.
“No encontré que hubiesen muchas grandes oportunidades. Fue como retroceder al pasado”, dijo Stephen Ross, presidente y fundador de The Related Companies, al canal de televisión CNBC.
“Se necesita un Gobierno que realmente quiera el cambio, que realmente quiera hacer negocios y que realmente quiera ver crecimiento y, realmente, no se siente para nada esa sensación”, agregó.
ESCUCHAR Y ADAPTARSE
Los que han tenido éxito tienen un consejo simple: ser flexibles y escuchar a los funcionarios cubanos, ya que ellos le dirán exactamente lo que quieren.
“Hay extranjeros que vienen aquí con una mentalidad de superioridad. Es decir, ‘vamos a Cuba a enseñar a los cubanos’. En general, esos son los que fracasan en grande”, dijo Alexandre Carpenter, copresidente del fabricante de cigarrillos Brascuba, un emprendimiento conjunto entre Cuba y la filial brasileña de British American Tobacco.
No hay escape a la planificación central del Estado. Las empresas extranjeras en negocios conjuntos deben pedir las materias primas con un año de antelación y la propiedad se arrienda al Estado y no está en venta.
Cuba regularmente muestra una “cartera” o portafolio de proyectos que promueve entre los extranjeros interesados en invertir. La última “cartera”, publicada en noviembre, incluye 246 proyectos, la mayoría de ellos destinados a empresas mixtas, que necesitan inversiones por unos 8.700 millones de dólares.
Uno de los sectores más atractivos es el turismo, que incluye en la “cartera” cinco proyectos de construcciones de hoteles en provincias, dos campos de golf y un contrato para operar 33 hoteles existentes.
El Gobierno cubano rara vez trata de imponer su ideología marxista a los socios extranjeros.
“En nuestro caso, cero. Al revés. Hay una exigencia que la empresa crezca y genere más utilidades todos los años”, dijo Carpenter.
Una de las mayores empresas extranjeras en Cuba es la brasileña Odebrecht, que construyó un puerto con un presupuesto de 800 millones de dólares en el Mariel, la pieza clave de la zona especial de desarrollo económico, diseñada para atraer a empresas capitalistas con un régimen de importación-exportación más liberal.
Odebrecht quiere construir una fábrica de plásticos en el Mariel y también tiene ofertas para ampliar el aeropuerto internacional de La Habana, operar una refinería de azúcar y construir dos hoteles.
Mauro Hueb, jefe de operaciones de Odebrecht en La Habana, dijo que las ventajas de operar en Cuba incluyen fuerza de trabajo especializada y costos logísticos bajos, y para aprovechar al máximo una empresa necesita aprender y respetar las costumbres locales.
“Hay que tener la capacidad para adaptarse”, dijo Hueb. “Aquí en Cuba nos consideramos una empresa cubana”, agregó.
Otras empresas exitosas, algunas de ellas con accionistas estadounidenses, incluyen a Sherritt y la constructora francesa Bouygues; el conglomerado suizo Nestlé tiene un negocio de agua embotellada y refrescos; los hoteleros españoles Meliá Hotels International, Iberostar y NH se han establecido en la isla y Anheuser-Busch InBev elabora cerveza para los cubanos.
COLAPSO SOVIÉTICO ABRIÓ PUERTAS
El Gobierno comunista se abrió por primera vez a las empresas internacionales en la década de 1990 en medio de una crisis económica por el colapso de la Unión Soviética, su principal aliado y benefactor.
Los resultados han sido mixtos. El Gobierno sostiene que alrededor del 60 por ciento de los proyectos de inversión extranjera que comenzaron en la década de 1990 han tenido que cerrar.
El panorama empresarial en la isla sigue siendo magro, con sólo alrededor de 100 proyectos de inversión directa y una cifra similar de negocios en los que los extranjeros gestionan una empresa cubana sin una participación accionaria.
Mientras las empresas estadounidenses esperan una normalización de las relaciones y reformas económicas que mejoren el clima en la inversión, el cambio será gradual, dicen expertos.
Durante años, las mayores quejas de los empresarios extranjeros ha sido la falta de control sobre la fuerza trabajo, el entorno jurídico incierto y las múltiples capas de la burocracia para obtener la aprobación de un proyecto.
“Olvídate de poseer un pedazo de la isla. Lo máximo que se puede esperar es un 50-50 por ciento con un socio estatal”, dijo un agregado económico europeo. “Y eso será la excepción. La regla sigue siendo un interés minoritario”, dijo.
El gigante anglo holandés de bienes de consumo Univeler se convirtió en la primera gran empresa en entrar en Cuba después de la caída del comunismo soviético.
El Gobierno cubano, desesperado por la inyección de divisas y por productos de consumo, accedió a una participación de un 50-50 en una fábrica, pero cuando llegó el momento de renovar el acuerdo de 15 años insistió en una participación mayoritaria.
Univeler se retiró del país, pero ahora está en conversaciones para regresar, dijeron varias fuentes familiarizadas con las conversaciones.
Y cuando el negocio va mal, puede ser grave.
Un ejemplo es el empresario canadiense Cy Tokmakjian, quien fue liberado en febrero después de cumplir tres años de cárcel por corrupción y otros delitos económicos.
Tokmakjian había hecho negocios con Cuba durante 20 años y repentinamente fue detenido en el 2011 y su compañía cerrada, luego de que los fiscales lo acusaron de sobornar a funcionarios cubanos y sus familias con una serie de regalos. Su compañía describió el juicio como una “parodia de justicia”.
Stephen Purvis, ex director de desarrollo del fondo de inversión británico Coral Capital, tiene una historia similar.
Su compañía construyó hoteles y planeó un campo de golf en Cuba. También cerró en el 2011 en medio de una campaña contra la corrupción.
Purvis dijo que fue acusado falsamente por un adversario como parte de un acuerdo con el fiscal, fue interrogado durante cinco días y se le negó un abogado durante un mes. Finalmente, fue deportado tras ser declarado culpable de un cargo menor.
“El 100 por ciento de los procesados son declarados culpables. Una vez detenido se le encontrará culpable”, dijo Purvis.