Quienes hoy arrojan excrementos contra los presos, los someten a vejaciones y humillaciones; en el pasado tuvieron un trato muy distinto cuando estuvieron en la cárcel, por organizar verdaderos golpes de estado, con movilización de tropas y derramamiento de sangre, y no por simples teorías conspirativas sin fundamento. Arias Cárdenas o Jesse Chacón, deberían pronunciarse para que los presos políticos estuvieran en las mismas condiciones que ellos disfrutaron. Es la diferencia entre una democracia (que a pesar de sus muchos defectos contaba con instituciones independientes), y un gobierno autocrático donde un grupo decide en nombre de todos, sin contrapeso alguno.
Pero el sacrificio de estos hombres y mujeres, quienes se han separado de sus familias, sus comodidades y su libertad, no es en vano. Han dejado desnudo a un gobierno que dice ser democrático pero se comporta fuera de los parámetros que esta palabra amerita; y por sobre todo, nos han inspirado a cientos de miles de venezolanos que seguimos la lucha para traer el progreso, la paz y la autentica democracia a nuestro país. Hombres como Manuel Rosales, Leopoldo López o Antonio Ledezma han sido el blanco del ataque por su obcecado apego a sus principios, y por ser líderes cuya fuerza amenaza los intereses del poder.
Venezuela nunca olvidará el valor de quienes no se doblegaron ante las amenazas y arremetidas de los poderosos, quienes defienden con hidalguía y desde sus posiciones el derecho de sus compatriotas a vivir en un país más justo, con una economía sólida y donde la seguridad y la convivencia sean la norma. Ellos nos envían un mensaje poderoso, y nos guían con su ejemplo a defender los principios en los que creemos, contra todo intento de imponer una verdad absoluta e intransigente. Al igual que Ghandi o Mandela estos hombres y mujeres verán el fruto de su esfuerzo recompensado con creses, en el bienestar del país.