Como el acuerdo no fue espontáneo y mucho menos una de esas inspiraciones colectivas de las que tanto se glorían las revoluciones, sino que tuvo nombre y apellido y un autor que la celebró por todo lo alto, entonces se me ocurre pensar que el ingreso al país de Felipe y su celebración en toda Venezuela (en la que incluyo también a los chavistas), fue una derrota catastrófica para Diosdado Cabello, quien, otra vez vuelve a demostrar que es un guapetón importante para “peleas menores”, y no para aquellas en las cuales esté envuelta la salud de la República.
Estoy preparándome –pero sin pizca de sadismo- para ver delirar mañana en la noche a Cabello en su programa “Con el Mazo Dando”, seguro que para comentar el cambio climático, o desearle a Maduro pronta recuperación de su gripe, pero sin referirse, ni por casualidad, que 80 diputados de la AN fueron obligados a hacer el ridículo de sus vidas, y sin otra compensación, que convertirlos en unos “hazmerreir de la historia” por los siglos de los siglos y de los siglos, amén.
Pero sucede con todos los que se sienten poderosos por que cuentan con un poder prestado, y les pasa cuando tropiezan con los que cuentan con un poder de verdad que, en este caso, no son otros que Nicolás Maduro y Felipe González, que pasan sobre ellos, pero sin detenerse a pensar que pasaron sobre un obstáculo que, por tal, no merece ni recordarse.
Presagio funesto este que flamea sobre Cabello a raíz de la visita a Venezuela de “la persona no grata” de Felipe González, pues indica que el poder del teniente es más corto y leve de lo que se pensaba.