Muy mal presagio para los venezolanos constituye la decisión gripal de Maduro de no acudir a su cita con el Papa, en procura de lavarse las manos tintas en sangre, en dolor y penurias de su pueblo, incluida en esto la papa.
Según Gustavo Briceño: “El acto del gobierno de no asistir a una reunión con el papa, por semejante excusa, no es más que un acto de irracionalidad que desdibuja una actuación además de frágil, objetivamente violadora del gentilicio de nuestro pueblo”
Alguna exigencia debió o quería hacerle el Sumo Pontífice, de tan alta valoración mundial, para que Maduro, de un tiro, enfermase. Conjeturo un diálogo posible; me aventuro:
– Libera dos presos o a todos, che, de esos que no piensan lo que tú, como tú y gustoso te recibo para nuestra selfi salvadora, rescatadora, salvadora en algo de tu devastada imagen presidencial, y déjate ya de vainas, ¿así es como dicen ustedes? con la iglesia.
– Nooo, fa, guarimbero no sale mientras yo desmande. Dios-dado no me deja, ¿viste causa? (aquí estornudo) Hachís.
La mampara del dictador militar se siente acorralada, presa de un arpegio internacional que descubrió al diablo y busca exorcizarnos de ese demonio matador, apresador, torturador, exiliador y hambreador, nada menos.
La visita al Papa hubiera sido un síntoma muy visible de distensión o, por lo menos, de una intención de apertura por parte del gobierno encabezado por Maduro, en medio de esta onda explosiva y expansiva que vive el país con paros, huelgas de hambre autoproclamadas e inducidas, cantidad de presos políticos que mantienen encadenada a la nación.
El no haber acudido a tan magna cita es un atizar más la conflictividad creciente que hemos padecido estos dos años largos y lamentables. Un ungüento religioso siempre algún sector del corazón tiende a ablandar, pero ya conocemos al diablo y sus historias de horror, con danzantes y todo en derredor.
La papa caliente la tiene ahora Maduro, de nuevo. Con la visita de Felipe González intentando en vano visitar a López y a Ceballos; su vertiginosa salida del país, y ahora la negativa de acudir el presidente rojo a santificarse un poco con Francisco, el mundo termina de percibir la radicalización del uso y abuso del poder en Venezuela. Procederá ese mundo a continuar su necesario ataque discursivo, político y económico al socialismo devaluado de este siglo.
A lo interno se percibe la dinamita regada en toda parte. La pólvora encendida en cuanto costado hay y la cerrazón al diálogo, a alguna apertura distinta a la imposición de formas y criterios dictatoriales.
No habiendo Francisco que interceda, el mazo seguirá dando mientras pueda. Maduro tiene un saco de papas calientes dentro y fuera. Sin ser ni de lejos el mejor equilibrista, lo que viene es Ma-duro y nos tocará lidiar con el monólogo mortal.